Verdad y Vida Ene-Feb 2017 | Page 12

los hombres de la tierra tendrían la posibilidad de conocer y recibir las bendiciones del único Dios. La encarnación del Hijo de Dios no sucedió porque el pueblo de Israel, o el resto del mundo se lo pidiesen a Dios, y menos aún porque nos lo mereciésemos. Todo fue hecho de acuerdo al plan que Dios tenía en mente para rescatar a la humanidad de sus propios caminos y depravación. “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él” (Juan 3: 16-17). Dios amó tanto al mundo que nos dio a su Hijo unigénito como un regalo para llevarnos a tener comunión con él. Cristo nos ha sacado de las tinieblas para llevarnos a su luz. Y por medio de esta relación con Cristo somos santificados, transformados, para convertirnos más semejantes a él. José y María se quedaron maravillados por lo que Simeón había dicho acerca del niño. María, sin decirle nada, reflexiona para sus adentros en lo que ha tenido que sufrir, ya que todos, menos José después de que le hablara un ángel, le habían dado la espalda creyendo que se había quedado embarazada antes de casarse. Pero ella tenía paz y quietud en su corazón, ya que todo había sido obra del Espíritu de Dios. Mientras María pensaba en eso, el anciano les dio su bendición y fijando su mirada en ella le dijo: “Este niño está destinado a causar la caída y el levan12 Verdad y Vida Enero – Febrero 2017 tamiento de muchos en Israel, y a crear mucha oposición, a fin de que se manifiesten las intenciones de muchos corazones. En cuanto a ti, una espada te atravesará el alma” (Lucas 2: 34-35). Simeón estaba anunciando lo que después sería una realidad. En su ministerio terrenal, y posteriormente a través del Espíritu Santo, Jesús no sería acogido unánimemente: unas personas lo acogerían en sus corazones y lo recibirían como Salvador y Señor de sus vidas, y otros lo rechazarían. El anciano estaba anunciando que ante Jesús hay que tomar siempre una opción, y cualquiera que sea la decisión que se tome siempre habrá una consecuencia: quien lo acepta y lo recibe encuentra en él la salvación (levantamiento), que Dios da gratuitamente a todos; y quien lo rechaza y no lo recibe, seguirá viviendo durante su vida en oscuridad, no tendrá la bendición de gozar de una relación de amor viva y activa con Dios, que produce seguridad y paz inefable, y al final tendrá que vérselas con él (caída). Si no lo has visto ya, tú puedes ver lo que vio el anciano Simeón. Solo tienes que abrir un poco los ojos de tu espíritu y pedirle a Dios que te permita ver a tu Salvador. Después aceptarlo y recibirlo en tu corazón como tu Salvador y Señor personal. Hacerlo te cambiará la vida y la forma en la que ves el mundo. Vivirás sintiéndote seguro y en paz y gozarás de una relación personal con Jesucristo por medio del Espíritu ahora, y cuando te llegue la hora de despedirte de este mundo lo harás con su paz sabiendo que te aguarda la plenitud de la nueva vida en relación eterna de amor con Dios en su reino. www.comuniondelagracia.es