Revista UNADicción Abril | Page 11

S

iento cómo mi carne se va abriendo una y otra vez.

El metal entrando en mi vientre, en las manos que he

levantado para no recibir tus estocadas, el cuchillo debe estar frío pero donde entra yo siento calor. Es mayor el miedo que tengo que el mismo dolor… maldito seas. ¡Maldito seas por lo que haces! ¡Por los que defiendes, por los hermanos que pisoteas, por nosotros tus hermanos! Mira date

la vuelta, contempla lo que tus compañeros hacen. ¡Somos el futuro, somos estudiantes! ¿Es suficiente lo que recibes? ¿Vale la pena traicionar a tu gente? ¿Traicionar tus viejos ideales?

¿Crees que haces esto por tu familia? No te engañes; haces esto por ti mismo. Dime si tendrías la frente en alto si en este momento tu familia te viera, ¿crees que la sangre de nuestros hermanos vale lo que a ti y a tus compañeros les pagan? Y la sangre de tus hijos, la sangre de tu familia, ¿lo vale? ¿Crees que harías todo por tu familia? Cambiemos lugares, yo estoy muriendo por tu familia, yo estoy muriendo por que las cosas sean mejor para ti, para los tuyos, para todos mis hermanos, yo estoy muriendo por causa tuya y para beneficio tuyo. ¿Qué será de tus hijos el día de mañana, qué vida quieres para ellos? ¿Te gustaría que ellos también ASESINEN?

Sabes bien lo que me pasará cuando me entregues, si después de lo que me hagas sigo con vida, sabes bien qué harán conmigo. Trabajas para el que oprime a tu familia y callas los actos de los demás, hasta colaboras con tu pequeña masacre. Sabes que esto no termina; sabes que después de mí vienen más.

¿Qué harás?

¿Matar o entregarlos a todos?

¿Qué harás hoy cuando regreses a casa?

¿Besarás a tu familia?

¿Qué harás cuando tus hijos se unan a la lucha cuándo despierten y te miren tal cual eres?

¿Les dirás que lo hiciste por ellos? ¡Qué ingratos! ¿No?

¿Aun así justificarás tus malditos actos, tu obediencia sumisa para con el poder?

¿Te justificarás en tus hijos? ¿Serán tu escudo?

odavía estás a tiempo, por favor detente, cumple tu

función, tu promesa, ¡protégeme! Necesito que me

atiendan, he perdido mucha sangre. Las heridas ya

empiezan a arder.

Se disipa el coraje y regresa la agonía.

Por favor hermano, escúchame…

Escucho susurros. No quiero abrir los ojos. Quiero pensar que todo fue una pesadilla, que lo mojado de mi cuerpo es tan solo sudor por una fiebre nocturna. Me siento débil, me están transportando; tal vez mi hermano por fin me escuchó. Deben estarme llevando a donde me puedan atender. Nos detenemos; escucho otras voces. No quiero abrir mis ojos, no. El miedo me invade, el miedo de ya no ver nunca a mis padres, el miedo a que conmigo mueran sus esperanzas, mis viejos que tanto amo, que tanto han sacrificado.

T

11