Military Review Edición Hispano-americana Noviembre-Diciembre 2013 | Page 8

estadounidenses, aunque rara vez se refiere a las advertencias de la ADP 1. En vista de las sospechas generalizadas de los medios de comunicación y su percibido sesgo liberal entre muchos de los integrantes de las fuerzas armadas estadounidenses, el insulto probablemente se reforzó cuando el New York Times usó el término como cuando se habla del general David Petraeus durante su comando de la Fuerza Multinacional-Irak (MNFl, por sus siglas en inglés).17 Del otro lado del espectro político nacional, la página editorial del The Wall Street Journal enérgicamente criticó al actual Presidente de los Jefes de Estado Mayor Conjunto por el respaldo de su, en ese entonces, posible futuro jefe, ex senador Chuck Hagel, en el programa dominical matutino, no mucho antes de su nominación como secretario de Defensa.18 La dificultad del término “político” es que tiene varios significados. El comprensible deseo de evitar una jerarquía militar involucrada políticamente —una amenaza potencialmente genuina para un gobierno democrático— ha significado que los uniformados quienes expresan una comprensión política están bajo sospecha ante sus compañeros (y, a menudo, también sus superiores civiles). Ambos términos se podrían describir, en resumen, como “política” a pesar de la diferencia en el significado. La falta de matiz cuando se agrupan bajo el término para todo, tiene un potencial catastrófico en los siguientes tres ámbitos: nacional, multinacional y del país anfitrión. El contexto nacional En el ámbito nacional, el riesgo de una fuerza armada “apolítica” es que produciría oficiales de mayor antigüedad deliberadamente inconscientes del contexto político en el cual operan, lo que permite que den consejos “estrictamente militares” a sus superiores civiles que podrían ser completamente inapropiados para lograr un objetivo político determinado. Sin embargo, en algunos casos, es culpa de los políticos debido a las solicitudes de tales “consejos puramente militares”. Si bien, a menudo, se debe a que los oficiales de mayor antigüedad se esconden tras el “profesionalismo” al negarse tomar en consideración la 6 política de una situación cuando ofrecen asesoría al liderazgo civil. En el contexto estadounidense, uno de los ejemplos más devastadores de esto fue el fracaso de los Jefes de Estado Mayor Conjunto en Vietnam en cuanto a proporcionar al Secretario de Defensa y al Presidente el asesoramiento sincero que necesitaban para formular políticas exitosas.19 Asimismo, la crítica de Paul Yingling, varios años después sobre el cuerpo de oficiales generales en la época moderna, sugiere que esto podría no ser solo un problema histórico.20 Especialmente, en guerras “limitadas” o de “menor envergadura”, el ejercicio exitoso de la campaña descansa en la capacidad del gobierno de mantener la voluntad política y apoyo popular en el país; En comparación, es relativamente sencillo mantener la voluntad política y apoyo popular en una guerra de supervivencia. Este el segundo componente interno de la comprensión militar que se requiere de los uniformados. Los hombres y mujeres del servicio en todos los niveles deben comprender que todo lo que hagan o dejen de hacer durante las operaciones en el campo o en la guarnición puede afectar, de alguna manera, el delicado equilibrio. Al final del siglo XX, el comandante del Cuerpo de Infantería de Marina de Estados Unidos, general Charles C. Krulak, acunó el término “cabo estratégico” para captar la idea de que los que se encuentran en la unidad en el nivel táctico más bajo, tienen el potencial de afectar los resultados en el nivel estratégico más alto de una manera desproporcionada con el grado que llevan sobre sus mangas.21 Si bien el término sería un anatema para las fuerzas armadas estadounidenses, tal vez más preciso que el término “cabo estratégico” podría ser el de “cabo político” , porque el nivel más alto —y el comandante supremo— no es estratégico, sino político. Las jerarquías militares incorporan la necesidad de comprender la “intención del comandante” hasta los niveles más inferiores, sin embargo, no se dan cuenta de que el comandante supremo —el Presidente de Estados Unidos— también tiene su propia “intención del comandante” política que debe ser comprendida para garantizar el éxito de una misión militar. La ignorancia Noviembre-Diciembre 2013 • Military Review