Military Review Edición Hispano-americana Marzo-Abril 2014 | Page 31
mujeres soldados
Sin embargo, aquí, tal vez, no son los extremistas
quienes son los más perjudiciales o grupo más
importantes. Las mismas actitudes cotidianas de
los soldados masculinos posiblemente sean más
significativos en socavar la integración femenina;
para Kanter, la reproducción homosocial principalmente no funciona a través de formas dramáticas
y públicas de denigración, sino a través de mecanismos micro sociales de silenciosa marginación
social de formas, a menudo, triviales de comunión
—los recesos para fumar cigarrillos o beber café,
las charlas privadas, o el jugar deportes juntos. El
reconocimiento de estos procesos discriminatorios
no los justifican, ni pueden usarse como prueba
de que las mujeres no deben ser excluidas más que
la existencia del racismo en el Ejército de EUA
que en los años 40 y 50 fue una razón legítima
para excluir a los soldados afro estadounidenses
de las unidades de combate. Sin embargo, estas
realidades culturales suelen complicar la inclusión
de las mujeres en la Infantería.
Con un creciente profesionalismo y el cambio
de las normas de género en la sociedad civil,
podría ser posible reducir las maneras abiertas y
encubiertas de discriminación. Podría ser posible
condicionar hasta los hombres más discriminatorios a aceptar a las mujeres. Sin embargo,
ninguna cantidad de educación de género —si
bien exitosa— superará dos obstáculos centrales
de la inclusión femenina identificados por van
Creveld y Frum: la disparidad en el rendimiento
físico promedio entre hombres y mujeres y el
problema de la atracción sexual. Las diferencias
fisiológicas siguen siendo un problema persistente.
De hecho, incluso Judith Stiehm, partidaria de
la integración, ha señalado las diferencias físicas
entre los hombres y las mujeres. A principio de
la década de 1980, la puntuación más alta de las
mujeres en el examen de aptitud física de West
Point había sido 70 por ciento de un hombre y
87 por ciento de las mujeres había fracasado.41
Hay poca evidencia física de que esta disparidad
entre el rendimiento femenino y masculino haya
cambiado significativamente en las últimas tres
décadas. Un informe del Ministerio Británico de
Defensa basado en extensas pruebas fisiológicas
Military Review • Marzo-Abril 2014
concluyó lo siguiente: “aproximadamente uno por
ciento de las mujeres puede igualar el rendimiento
promedio del hombre...” El estudio concluyó: “cerca
de 0,1 por ciento de los aspirantes femeninos y uno
por ciento de las mujeres soldados entrenadas
lograría los estándares requeridos para satisfacer
las demandas de estos roles de combate.”42 Por
motivos puramente fisiológicos, la exclusión de
las mujeres de la infantería todavía es considerada
por muchos apropiada, hasta necesaria: ¿”Por qué
voluntariamente querrían hacer sus unidades más
débiles cuando van al combate”?43 La gran mayoría
de las mujeres no pueden ser soldados de combate.
De hecho, la sargento Lizette Leblanc, una de las
soldadas de infantería canadiense femenina más
exitosa, señaló que la proporción de hombres y
mujeres en su regimiento durante algunos períodos de su servicio ha sido de uno a mil; a menudo
ella era la única mujer.
El tema de la sexualidad
La sexualidad también representa un problema.
Un reservista, Jason Hartley, quien sirvió en Irak
en 2004, registró el surgimiento de una forma
profesionalizada de cohesión en su unidad antes
de la implementación, sin embargo, a pesar de sus
opiniones políticas liberales, expresa una visión
generalizada de las mujeres en combate. Para él,
la mujer no puede servir en la infantería (no sólo
porque no son lo suficientemente fuertes) sino
porque socava las motivaciones masculinas para
el combate: la razón principal por la que ellos, [los
soldados] luchan es para hacerse fuertes y, por lo
tanto, atraer a más mujeres. En consecuencia, la
presencia de mujeres corroe la posibilidad misma
de cohesión: “tan pronto como hay alguna mujer
a corta distancia, se despierta el deseo y, todas las
cosas, especialmente, la disciplina en el trabajo
directamente se va al infierno”.44 James Webb,
un oficial retirado de la Infantería de Marina y ex
Secretario de la Armada, ha establecido el mismo
punto de diferenciar la integración étnica de la
integración de género precisamente debido a la
atracción entre los sexos: “Ningún edicto jamás
eliminará la actividad sexual cuando los hombres
y las mujeres están juntos en cuartos cercanos”.45
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