Military Review Edición Hispano-americana Marzo-Abril 2014 | Page 30

muchos soldados han estado y todavía están en contra de la presencia del sexo femenino. La auto concepción masculina permanece central en la motivación de los hombres soldados. A pesar de los extensos intentos para integrar a las mujeres desde los años 70, las mujeres constituyen sólo 15 por ciento de las fuerzas armadas estadounidenses y parece poco probable que esta cifra aumente significativamente en el futuro —incluso, después de la total inclusión femenina. Las fuerzas armadas son y seguirán siendo organizaciones abrumadoramente pobladas por el sexo masculino. Como resultado, en su trabajo sobre la integración femenina, Judith Stiehm oportunamente preguntó: “¿cómo se puede distinguir entre la cultura masculina y la castrense?”32 El problema de crear la igualdad de género en las organizaciones donde las mujeres representan una pequeña minoría, ha producido que un número de estudiosos feministas y la investigación de Rosabeth Moss Kanter sobre el empleo de mujeres en el sector corporativo sea uno de los más perspicaces en este sentido. Kanter es altamente sensible a las diferentes dinámicas que alternan las proporciones de género generadas y destaca los problemas especiales que surgen cuando las mujeres son sumamente inferiores en número. De hecho, para Kanter, una fuerza de trabajo femenina de 15 por ciento o menor, ni siquiera constituye una auténtica minoría sino meramente un símbolo. Como símbolo, pareciera plausible prever que las mujeres encontraran difícil integrarse al Ejército abrumadoramente masculino y muy machista. Este estado simbólico se ve agravado por factores culturales. Kanter sugiere que las organizaciones occidentales modernas supuestamente racionales, de hecho, siempre han implicado y presumido una “ética masculina.”33 En la cultura occidental moderna, los hombres han sido concebidos como cognitivamente superiores en cuanto a la solución de problemas y toma de decisiones mientras que las mujeres han sido representadas como emocionales, sensibles y afectuosas, congruente con su rol maternal.34 Por lo tanto, a las mujeres se les ha impedido participar en los niveles superiores de administración; la ética masculina ha sido 28 invocada como un principio excluyente. Para Kanter, los administradores masculinos participan en la reproducción “homosocial”.35 Frente a la incertidumbre organizacional y “la necesidad de una comunicación fluida”,36 los administradores masculinos priorizan la confianza y comprensión mutua que principalmente se presume con base en la semejanza del antecedente social y similitud en cuanto a la experiencia organizacional: “Las personas [V.gr., las mujeres] quienes no encajan por las características sociales en el grupo de administración homogéneo tienden a agruparse en las áreas de administración con menor incertidumbre”.37 …la presencia de mujeres corroe la posibilidad misma de cohesión: “tan pronto como hay alguna mujer a corta distancia, s H\