Military Review Edición Hispano-americana Enero-Febrero 2014 | Page 25
la realidad cubana
las circunstancias vividas, no se podrá entender
fácilmente con profundidad; no se ha permanecido
dentro de ella y es muy diferente a lo conocido.
La evaluación entonces puede llevar a un elevado
margen de error.
El demiurgo del inmovilismo de la población
cubana hacia el régimen establecido, es la pérdida de individualidad de los integrantes de esa
sociedad, a partir del cual se erige una matriz
de factores piramidalmente estructurados que
desemboca en el estado de terror que anula y
congela el sentir de las masas.
Sin embargo, este terror resultante, a veces
intangible, no es a la represión misma sino a sus
consecuencias mediatas. Es decir, a “lo que sucede
después”, a la pérdida progresiva de los estándares
de vida, sobre la base de la creencia de que el régimen es imposible de cambiar y que permanecerá
por largo tiempo: criterio crucial para entender
la inoperancia de las masas en Cuba. Los hechos
derivados a posteriori del acto represivo, aún con
agresión física, son peores que la represión misma.
El régimen
“Al principio de su gobierno, el tirano es cauto,
pródigo en sonrisas y promesas. Pero, una vez afirmado en el poder, provoca guerras para que el pueblo
comprenda que necesita un dirigente, si no quiere
exponerse al peligro de perder la libertad. Si alguien
se opone a sus pretensiones, es eliminado. Es así
como el Estado se priva de los mejores ciudadanos y
el tirano utiliza los servicios de personas ruines. Día
tras día necesitará guardias y mercenarios, gente que
lo rodee y proteja, obedeciendo incondicionalmente
a sus caprichos. Durante un tiempo, se comportará
con cierta aparente honestidad, hasta el día en que
exprima al pueblo para que soporte y pague sus
propios caprichos y los de la banda que lo rodea.”
(Platón, La República, Libro VIII)
La legitimidad de la llamada “revolución cubana”
es el punto de partida para analizar el inmovilismo de la ciudadanía cubana ante ese régimen;
aunque también resulta indiscutible la pérdida
de legitimidad de quien asumió su liderazgo. A
fin de comprender dicho acontecimiento sociopolítico, el mismo se debe observar en dos planos,
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uno superpuesto al otro. El primero, abstracto,
social, constituido por el impulso de las masas a
la revolución cuya raíz alcanza los albores de la
historia de esa isla. El segundo plano, concreto,
político-económico, práctico, fue protagonizado
por un grupúsculo, el cual asumió ese impulso
social, pero para implantar un poder absoluto
con tintes personales, autocráticos.
La fusión de ambos planos implicó la aceptación
incondicional del líder de esa revolución y, por
ende, el otorgamiento por parte de la población
de un poder absoluto. Con ello, se echó por tierra
de un “plumazo” la institucionalidad, propiedad
privada, vida social. En sustitución se erigió un
Estado a la “imagen y semejanza” del líder, el cual
incluyó y absorbió a cada indivi