Military Review Edición Hispano-americana Cuarto Trimestre 2016 | Page 27

COLOMBIA de contrainsurgencia a un enfoque contra amenazas externas—o sea, adoptar el rol que jugaría en una democracia segura y protegida. La convergencia de los factores de riesgo y la reforma del sector de seguridad puede producir una tormenta perfecta de inseguridad y violencia—en tiempos de paz. A pesar de la tendencia históricamente prevaleciente de un incremento de violencia después de la conclusión de un conflicto, las expectativas infladas de paz frecuentemente llevan a medidas apresuradas destinadas a revitalizar la economía. Dadas las vulnerabilidades singulares de una sociedad posguerra, tales esfuerzos normalmente son contraproducentes y sus efectos negativos tienden a ser sentidos especialmente por los que probablemente están más dispuestos a movilizarse de nuevo contra el Estado o recurrir a actividades delictivas para sobrevivir. En El Salvador, el Gobierno rápidamente se dedicó a ajustes estructurales para modernizar su economía de acuerdo con los principios de mercado prevalecientes de crecimiento y desarrollo. Si bien su producto interno bruto (PIB) se triplicó entre 1986 y 1994, aumentó el nivel de pobreza y empeoró la desigualdad económica. Lo que fue subestimado en ese entonces fue la desarticulación económica del país y la necesidad de una reconstrucción y rehabilitación dirigida por el Gobierno a largo plazo —social y económicamente— para curar las heridas de una guerra prolongada y prevenir la divergencia social que había producido el conflicto en primer lugar. En cambio, alentado por las instituciones financieras internacionales, El Salvador causó daños a una población muy vulnerable en un momento volátil. Si bien la guerra no se ha reiniciado, la falta de esfuerzos para gestionar las vulnerabilidades posconflictos ha contribuido al auge de nuevas fuentes de inestabilidad: mayor desintegración de la sociedad salvadoreña, destrucción de propiedades, ilegitimidad gubernamental, migración descontrolada y un incremento de estructuras de pandillas y crimen violento. Como Mats Berdal ha descubierto, «el fin formal del conflicto armado, especialmente si ha sido logrado a través de un acuerdo negociado, pocas veces implica un cambio radical de los patrones de violencia del pasado, ni significa que los agravios que dieron origen al conflicto en primer lugar han sido completamente eliminados»31. En Colombia, las negociaciones se han MILITARY REVIEW  Cuarto Trimestre 2016 centrado principalmente en cuáles concesiones serán ofrecidas a las FARC, pero las poblaciones que han sido presa de las FARC continúan teniendo dificultades y es improbable que estas poblaciones sean protegidas adecuadamente por el Estado. Dada la crisis económica actual de Colombia, es posible que el Gobierno no sea capaz de alcanzar e incorporar comunidades críticas de manera que las ayuden a evitar alternativas violentas32. Esto es importante porque fue precisamente la relación entre el Gobierno y el pueblo que sustentó la Política de Seguridad Democrática. Mediante la identificación de la legitimidad gubernamental como su centro de gravedad, la campaña de contrainsurgencia extendió el alcance del Estado a comunidades por mucho tiempo olvidadas, a través de un impuesto de defensa para los ricos, oportunidades socioeconómicas y el establecimiento de mayor inclusión social y geográfica que se haya conocido en Colombia historicamente33. De 2002 a 2010, los años de la Política de Seguridad Democrática, se duplicó el crecimiento económico, PIB per cápita, y la cobertura médica promedios, todo ocurría mientras disminuían los índices de pobreza de 53 a 37 por ciento y la inflación de 6.9 a 2.5 por ciento. En cambio, en marzo de 2016, la inflación alcanzó el 8 por ciento, su nivel más alto desde octubre de 2001. La inversión extranjera directa ha continuado a pesar de las fluctuaciones de divisas, pero en su mayor parte beneficia a las áreas donde hacer negocios ya ha sido considerado atrayente. Mientras tanto, el coeficiente gini de Colombia —una medida de desigualdad de ingresos— sigue ocupando el penúltimo lugar regionalmente, a pesar de algunas mejoras en los últimos años34. Hoy en día, con la inseguridad económica de Colombia y las otras fuentes de inestabilidad normalmente vistas en una sociedad posconflicto, parece probable que se producirá una masa de comunidades desposeídas y marginadas, obligadas a aceptar el crimen como un estilo de vida o susceptibles, como mínimo, a la influencia de las FARC en una futura elección (especialmente si estas poblaciones viven en una de estas zonas de paz o cerca de ellas). Dada la impopularidad de Santos, un cambio de Gobierno puede ser exactamente lo que necesita Colombia, pero parece que las FARC probablemente aprovecharán los agravios continuos del país en lugar de abordarlos35. De hecho, las FARC han demostrado un entendimiento creciente del vacío económico y de seguridad 25