Military Review Edición Hispano-americana Cuarto Trimestre 2016 | Page 26

con el tiempo también produjo una insurgencia renovada mucho más intratable, incluyendo muchas de las mismas comunidades y algunas de las mismas organizaciones que supuestamente fueron derrotadas en 198224. La victoria militar no elimina el requisito de reformas. En Colombia, el Gobierno no concluyó su victoria militar ni infligió daños suficientes para producir un equilibrio definitivo de poder en las negociaciones relacionadas. Las concesiones que el Gobierno colombiano ha hecho desde ese entonces, de manera ilógica, han beneficiado, en gran parte, a las FARC en lugar del pueblo, cuyo vínculo con el Gobierno (p. ej. la legitimidad) constituye el centro de gravedad de casi todos los enfrentamientos irregulares de este tipo y cuyos agravios han seguido más o menos inalterados y pueden empeorarse durante la paz. Eficazmente, los habitantes de las nuevas zonas de paz de las FARC nunca fueron consultados mientras su comunidad era otorgada, como forraje político, a los narcotraficantes ahora al mando. Vulnerabilidades de una sociedad después de un conflicto Esto nos lleva a una consideración final. Aun si las negociaciones con las FARC llegan a un acuerdo que resulte en la conclusión formal del conflicto, la fuente histórica revela varias razones para preocuparse del destino de Colombia posconflicto. En primer lugar, las sociedades postconflictos son, en la mayoría de los casos, frágiles y violentas—a menudo más que en los últimos años de conflicto25. En los lugares donde se firman acuerdos, se le pide al Gobierno experimentar reformas políticas y económicas profundas aun mientras mantiene el orden público en una sociedad traumatizada o poderosamente moldeada por la violencia. Deben gestionarse con cuidado las fuentes nuevas o mutadas de inestabilidad y mantenerse la seguridad pública, si no están las fuerzas locales, entonces por extranjeros competentes numéricamente adecuados. En El Salvador, una combinación de desesperación, oportunismo y revanchismo incitaron una oleada delictiva posconflicto que incrementó el número de muertos más allá del nivel de un año promedio de guerra y contribuyeron a un desplazamiento social y económico de largo plazo26. En medio del entusiasmo por la paz, un programa de desarme y desmovilización supervisado por las Naciones Unidas (ONU) 24 desmanteló la capacidad coercitiva de las fuerzas del Estado y los rebeldes, resultando en un vacío de poder en un momento extremadamente frágil, especialmente cuando la creación de nuevas fuerzas, predeciblemente, se volvió un asunto prolongado y complejo27. Puesto que la operación de la ONU tampoco recibió un mandato, tarea o dirección para proporcionar seguridad pública, en realidad, no había ninguna fuerza en el lugar para contrarrestar la creciente oleada delictiva. Si bien la criminalidad no provocó una nueva guerra, sus efectos —la violencia, pandillas e ilegitimidad gubernamental— atormentan a El Salvador y la región hasta el día de hoy. Una falta de seguridad posconflicto también fue observada en Guatemala, Panamá, la República Democrática del Congo y más recientemente en Afganistán, Irak y Libia. De hecho, la transmutación de las formas y tipos de violencia después de la conclusión formal de guerra es un desafío normal en el fortalecimiento de la paz. Este riesgo es especialmente alto en Colombia. Los índices de homicidios han descendido a un mínimo histórico y los enfrentamientos entre las FARC y el Gobierno casi han cesado desde julio de 2015. Sin embargo, incrementa el número de cultivos de coca, reflejando una oleada de actividades económicas ilícitas sostenidas por la violencia. Como observan Adam Isacson y Gimena Sánchez-Garzoli, «El Gobierno de EUA calculó 159 000 hectáreas de territorio sembradas con matas de coca en 2015, la tercera cantidad anual más grande hasta la fecha»28. Nuevos grupos paramilitares también incrementan sus actividades, aprovechándose de las brechas dejadas por las FARC y el Gobierno. Isacson y Sánchez-Garzoli mencionan un «aumento espantoso» en el mes de marzo de asesinatos y amenazas contra los defensores de derechos humanos, la mayoría de estos en zonas rurales y áreas urbanas donde la presencia del Estado es débil29. Mientras tanto, a pesar de participar en las negociaciones de paz con el Gobierno, el Ejército de Liberación Nacional (ELN), un grupo guerrillero más pequeño pero significativo, recientemente ha llevado a cabo más ataques y «parece estar incrementando su presencia en las zonas de influencia de las FARC»30. Las FARC destacan estos acontecimientos cuando insisten en mantener sus armas durante y después del acuerdo de paz, para garantizar su protección, pero por la misma razón, esperan que las fuerzas armadas hagan una transición Cuarto Trimestre 2016  MILITARY REVIEW