Madresfera Magazine 07 - Noviembre 2016 | Page 25

[ EL POST DEL MES ] de repente te das cuenta de que lo que quieres hacer es todo lo contrario, que quieres tener a tu hijo pegado a ti el mayor tiempo posible, y te pones a investigar y descubres que, además, eso que te nace es lo mejor para tu bebé. Todo esto de la mano de un bebé muy demandante e intenso, que no me daba tregua ni de día ni de noche. Fue agotador pero al mismo tiempo un aprendizaje increíble acerca de mis límites y mis capacidades, de la maternidad y de la importancia de la crianza. ¿Se nos exige mucho a las madres? ¿Crees que hay cierta obsesión por el perfeccionismo maternal? No se nos exige demasiado, se nos exige un imposible. Tener una casa de revista, hijos perfectos, trabajos de éxito, maridos felices, suegras y madres contentas, y suma y sigue. Es imposible, literalmente imposi- ble. El problema es que nosotras mismas no nos damos cuenta, somos quienes más nos exigimos, y además nos hemos criado en casas en las que se podrí a comer en el suelo con madres que nos zurcían los calcetines, y con esa imagen en la cabeza miras tu casa y tu vida y te sientes fatal, porque no es que no llegues, es que no llegas ni a la suela de los zapatos. Pero por ejemplo mi madre no trabajaba cuando yo era pequeña; entonces ¿cómo me voy a comparar con ella, si yo estoy todo el día fuera, y ella tenía nuestras horas de colegio para ocuparse de la casa? Esto al final genera muchísima frustración. Tenemos que ser realistas con nuestra disponibilidad y ajustar nuestro propio nivel de exigencia. Yo aún no lo he conseguido, por cierto. ¿Qué hay de diferente entre ser mamá de uno a ser mamá de dos? ¿Se tiene más experiencia y eso hace que relativicemos ciertas cosas? En mi caso ha sido muy distinto porque como te digo los primeros años del niño fueron muy abrumadores, los viví muy intensamente. Con la niña ha sido todo mucho más relajado en ese sentido, quizás lo haya disfrutado más, aunque al mismo tiempo ha sido mucho más locura. Con el mayor, si no dormía durante la noche dormía la siesta con él, iba compensado como podía. Al tener dos esta opción desaparece, claro. Así que por una parte tienes la experiencia pero por otra te ves muchísimo más limitada. Y luego está esa bendita costumbre de los hijos de ser distintos de sus hermanos. Eso hace que mucho de lo que aprendiste con el mayor no te sirva con el pequeño, así que al final resulta que eres primeriza, otra vez, y te sientes un poco como la vecina marisabidilla que se cree que