[ EL POST DEL MES ]
de repente te das cuenta de que
lo que quieres hacer es todo lo
contrario, que quieres tener a tu
hijo pegado a ti el mayor tiempo
posible, y te pones a investigar y
descubres que, además, eso que
te nace es lo mejor para tu bebé.
Todo esto de la mano de un bebé
muy demandante e intenso, que
no me daba tregua ni de día ni
de noche. Fue agotador pero al
mismo tiempo un aprendizaje increíble acerca de mis límites y mis
capacidades, de la maternidad y
de la importancia de la crianza.
¿Se nos exige mucho a las madres? ¿Crees que hay cierta
obsesión por el perfeccionismo
maternal?
No se nos exige demasiado, se nos
exige un imposible. Tener una casa
de revista, hijos perfectos, trabajos
de éxito, maridos felices, suegras y
madres contentas, y suma y sigue.
Es imposible, literalmente imposi-
ble. El problema es que nosotras
mismas no nos damos cuenta, somos quienes más nos exigimos, y
además nos hemos criado en casas
en las que se podrí a comer en el
suelo con madres que nos zurcían
los calcetines, y con esa imagen en
la cabeza miras tu casa y tu vida y
te sientes fatal, porque no es que
no llegues, es que no llegas ni a
la suela de los zapatos. Pero por
ejemplo mi madre no trabajaba
cuando yo era pequeña; entonces
¿cómo me voy a comparar con
ella, si yo estoy todo el día fuera, y
ella tenía nuestras horas de colegio
para ocuparse de la casa? Esto al
final genera muchísima frustración.
Tenemos que ser realistas con
nuestra disponibilidad y ajustar
nuestro propio nivel de exigencia.
Yo aún no lo he conseguido, por
cierto.
¿Qué hay de diferente entre ser
mamá de uno a ser mamá de dos?
¿Se tiene más experiencia y eso
hace que relativicemos ciertas
cosas?
En mi caso ha sido muy distinto
porque como te digo los primeros
años del niño fueron muy abrumadores, los viví muy intensamente.
Con la niña ha sido todo mucho
más relajado en ese sentido, quizás
lo haya disfrutado más, aunque al
mismo tiempo ha sido mucho más
locura. Con el mayor, si no dormía
durante la noche dormía la siesta con él, iba compensado como
podía. Al tener dos esta opción
desaparece, claro. Así que por una
parte tienes la experiencia pero por
otra te ves muchísimo más limitada.
Y luego está esa bendita costumbre
de los hijos de ser distintos de sus
hermanos. Eso hace que mucho de
lo que aprendiste con el mayor no
te sirva con el pequeño, así que al
final resulta que eres primeriza, otra
vez, y te sientes un poco como la
vecina marisabidilla que se cree que