Literatura BDSM El Límite del Placer ( Eve Berlín ) | Page 84
acatado sus órdenes. En aquel momento le había parecido bien. Era natural el
modo en que su cuerpo y su mente habían respondido. Pero ahora… ahora sentía
vergüenza. No por el hecho de que él le hubiera puesto las manos encima o por
que hubiera conocido su cuerpo de una forma tan íntima, sino porque ella se
hubiera entregado a él tan fácilmente.
Se levantó y empezó a caminar de un lado a otro delante del banco,
demasiado nerviosa para sentarse y estarse quietecita.
¡Ay, la cabeza le daba vueltas! Ya no le encontraba ni pies ni cabeza a nada.
«Piensa.»
Pero, tal vez, por primera vez, pensar no la sacaría de esa situación.
Siempre se había fiado de su mente y de sus habilidades para solucionar
problemas, para ir tirando. Tuvo que hacerlo desde que era una niña; desde que su
madre empezó a perder la cabeza y a hundirse en la miseria de su enfermedad.
Dylan tuvo que encargarse de todo, gestionar la vida de su pequeña familia. Pero
esta vez, las destrezas lógicas y organizativas no la iban a ayudar.
Hacía años que no se sentía indefensa por nada y no le gustaba.
Pero por lo que respectaba a Alec Walker, tenía muy poco autocontrol. Y
cuando él le hablaba como dominante, su cuerpo y su mente respondían
automáticamente como sumisa. Él tenía razón en ese aspecto.
¿Cómo era posible que ella no se hubiera dado cuenta antes? ¿Cómo había
estado tan ciega en ese aspecto de sí misma?
«Quizá porque no querías darte cuenta.»
Ahora tampoco quería darse cuenta, de hecho.
El taxi se detuvo delante de ella, entró, le dio la dirección al taxista y se
recostó en los fríos asientos de vinilo.
Mientras cruzaban la ciudad, Seattle seguía durmiendo, como solía pasar las
mañanas de domingo tan temprano. Las tiendas y restaurantes estaban a oscuras,
con las ventanas cerradas y las persianas echadas. Las aceras estaban vacías. Hasta
las cafeterías estaban cerradas. Había demasiado silencio y así era demasiado fácil
sumirse en sus pensamientos.
Cuando llegó a casa encendió la calefacción del apartamento, cambió la ropa
que llevaba por un camisón blanco de algodón. Encendió la televisión donde
hacían un noticiario matinal mientras ella se preparaba un té, y luego se metió en
la cama.