Literatura BDSM El Límite del Placer ( Eve Berlín ) | Page 64

reconocértelo a ti. O a mí misma. Me siento tonta y no me gusta. Estaba temblando. —No hay razón para sentir que no puedes reconocer que tienes miedo o estás insegura. —Pero así me siento. Aunque sea la respuesta habitual que tiene la gente cuando vienen por primera vez. Es por… mí. Y no sé… si podré quedarme. —Al decirlo se notó el corazón latiendo con fuerza y le entraron ganas de escapar. Necesitaba huir—. Alec, tengo que irme, en serio. No puedo hacerlo. Se incorporó pero tenía las rodillas tan débiles que apenas podía tenerse en pie. A su lado, Alec se levantó, la rodeó con un brazo y apoyó su mejilla contra la suya. Ella intentó apartarse pero él no la dejó. —Dylan, cálmate, puedes hacerlo. Estás bien. —No lo estoy. Quería echarse a llorar pero no lo haría. No lloraría. —Sí lo estás. Estás conmigo. Yo me encargo de todo. ¿Cuándo le había dicho eso un hombre? ¿Y hubiera confiado en cualquier otra persona si se lo hubiera dicho? Pero confiaba en Alec, a pesar de que apenas le conocía. A pesar de ella misma. A pesar de su necesidad de controlarlo todo. No sabía qué pensar. Quizá no hacía falta que lo hiciera. —Venga, Dylan. Estás bien —le dijo en un hilo de voz, casi un susurro. Ella se dejó sentar en el sofá. Esta vez él le rodeó la cintura con el brazo para tenerla a su lado. Al cabo de un momento, su aroma, su tacto, consiguieron tranquilizarla. Con los sentidos embargados por él, el resto de cosas —sus miedos, su necesidad de estar a cargo de todo— empezaron a desaparecer y su deseo tomó los mandos. —Mira lo que hacen los demás —le dijo al oído; su aliento era cálido en contacto con su piel—. Mira qué bellos son todos. No importa el aspecto. Lo que importa es el don de la confianza y la energía que intercambian. Esa es la parte más hermosa. De esto se trata, Dylan. Ella miró al otro extremo de la estancia: había una mujer desnuda inclinada sobre uno de los bancos para azotes. El pelo rubio le llegaba por las mejillas y el hombre que estaba a su lado le apartó un mechón de la cara y se agachó para