Literatura BDSM El Límite del Placer ( Eve Berlín ) | Page 214

de su vida. Estaba absorbido por su trabajo hasta el punto de excluir todo lo demás, excepto el tiempo que pasaba con Alec. Y Alec ahora se daba cuenta de que era ese comportamiento lo que ahora con toda probabilidad había sido la causa de la ruptura del matrimonio de sus padres. Había sido un buen padre. Había llevado a Alec a algunos de sus primeros viajes, a excavaciones arqueológicas no profesionales en México, a una salida de ciencias de la universidad para estudiar los volcanes de Hawai. Pero, aparte de Alec, aquel hombre jamás había amado a nadie. No había amado nada salvo la ciencia. Le había dicho a Alec muchas veces que lo único que necesitaba era la ciencia y a su hijo, que nada más le importaba. Alec había necesitado treinta y seis años para darse cuenta de que había algo malo en aquello. Solo porque su padre había vivido sin amor no significaba que fuera lo ideal, o ni siquiera deseable. Tenía que admitir, por vez primera, que quizá su padre, brillante como era, no lo sabía todo. Esa idea era como una patada en el estómago. Dura y dolorosa. Pero, finalmente, era la verdad. Su padre tampoco había sabido que el amor era importante. Y Alec, a pesar de todas sus búsquedas espirituales, nunca había ido más allá de preguntarse por el azar del universo que su padre le había enseñado. Los viajes de Alec, sus búsquedas en Nepal, Tailandia, por toda Europa, al final, no le habían enseñado nada. Nada de lo que realmente era importante. Había estado lleno de falso orgullo, pensando que había hecho todas aquellas cosas sorprendentes, reveladoras. Sus viajes al Tíbet, a la India, a Israel, a los centros espirituales del mundo. Había buscado esas experiencias intensas e incandescentes: subiendo al Himalaya o buceando entre arrecifes con tiburones, enfrentándose a la muerte de alguna forma extraña por la necesidad de demostrar que el universo azaroso no podría con él, tampoco, como había hecho su padre. Pero nunca había llegado hasta la raíz de ninguna forma de autoconocimiento. Ahora comprendía con una claridad repentina y dolorosa que la auténtica raíz era el amor. Amaba a Dylan Ivory. Tenía que decírselo. La cabeza aún le rodaba con todas esas revelaciones cuando cogió las llaves y salió corriendo bajo la lluvia. A Dylan le sonó el teléfono móvil. Ella lo miró, miró cómo se iluminaba.