Literatura BDSM El Límite del Placer ( Eve Berlín ) | Page 164

—¿Te gusta, mi chica? ¿Quieres correrte? —Sí… Sí, por favor… Él apretó su coño cerrado con el dorso de la mano, abrió los dedos y metió algunos dentro de ella. Dios, se iba a correr. Demasiado pronto, demasiado rápido. Alec empezó a moverse con fuerza, con la respiración caliente sobre su pelo, su cuerpo formado por planos sólidos, su polla dura apretada contra su espalda. Le quemaba, incluso a través de los vaqueros. Dylan gruñó con fuerza; no lo pudo evitar. Alec entró más hondo y apretó su clítoris con el dorso de la mano. Entonces, levantó la otra mano y le pellizcó un pezón. Un pellizco duro y castigador que la puso al límite y la lanzó al abismo. El placer era oscuro y mareante, le quemaba las venas, fluía como la lava. La abrasaba. La quemaba. Se estaba corriendo de forma condenadamente fuerte, gritando, temblando, deshaciéndose. Simplemente, se estaba desmoronando. Y los brazos de Alec la mantenían a salvo. «A salvo.» Por primera vez en su vida. Le temblaba todo el cuerpo; podía notar el escalofrío en la piel y en los músculos bajo sus manos. Su respiración era un jadeo suave. Olía a cuero, sexo y mujer. Estaba completamente flácida, únicamente sostenida por las cadenas y por sus brazos. A Alec le encantaba verla así: llena de endorfinas. Agotada. «Suya.» Pero ya había tenido suficiente. Tenía que soltarla. Alec la agarró por otro lado y susurró: —Te voy a soltar lo suficiente para quitarte las esposas, Dylan. Dejó que su peso combara las sujeciones, desató una esposa, luego la otra, y la recogió cuando ella cayó en sus brazos. La levantó y la llevó hasta el sofá que había en el rincón de la zona de juegos y la abrigó con una manta, se sentó y se la puso sobre el regazo. Inclinándose, cogió una botella de agua que había dejado allí antes y se la puso encima de la boca roja y suave. —Bebe, Dylan.