Literatura BDSM El Límite del Placer ( Eve Berlín ) | Page 154

«Cálmate.» —¿Dylan? —¿Sí? —Me muero de ganas de verte. Se hizo una pequeña pausa al otro lado de la línea. Entonces, prácticamente pudo oír la sonrisa en su voz, el deseo en su respiración contenida. —Yo también. Él colgó, se sentó y se quedó mirando la pantalla un rato más. Jamás había dicho nada semejante a una mujer. Quizá solo era una especie de defecto de carácter —estaba bastante seguro de que así era— pero ¿por qué ahora se estaba desviando de su comportamiento habitual? Con Dylan, todo era diferente. Jamás había sido capaz de hablar con una mujer tal y como lo hacía con Dylan. Había intentado explicárselo a Dante la última vez que le había visto, pero no se lo había contado todo. Ni siquiera se lo había reconocido a sí mismo. Lo peor era que no le gustaba separarse de ella. Era una locura. Era la persona más independiente que conocía, a veces, prácticamente un ermitaño, sobre todo cuando se encontraba en pleno proceso de escribir un libro. Si no fuera por la tentación que suponía el Pleasure Dome y su pasión por viajar, seguramente se encerraría en sí mismo y escribiría toda su vida. Pasaría su vida solo, como había hecho su padre. Su padre había sido bastante feliz. Quizá. Hacía poco que había empezado a cuestionarse todo aquello. Pero ahora, quería encerrarse con Dylan y no dejarla marchar jamás. ¿Tenía siquiera sentido decirse que podía controlar todo aquello? Quizá la excursión a Baja le iría bien. Le daría cierta distancia respecto a Dylan, respecto a toda aquella situación. Tendría en la cabeza algo más que el olor de su piel, la textura de su pelo, la mirada en sus ojos cuando ella se sumergía en el subespacio. Su cuerpo delicado bajo el suyo mientras él metía su polla dentro de ella… Volvía a estar empalmado. O todavía lo estaba. Ni siquiera lo sabía. Se había corrido cuatro o cinco veces al día, como un adolescente cargado de hormonas, desde la última vez que la había visto. Mierda, de hecho, desde la primera vez que la había visto. Era irresistible. Esos pechos perfectos, sus pezones oscureciéndose cuando