Literatura BDSM El Límite del Placer ( Eve Berlín ) | Page 142

Le volvió a pegar en el culo, esta vez más fuerte, y ella se sobresaltó. —Quieta, Dylan. Alec metió los dedos en su sexo y ella jadeó, se mordió el labio. Se quedó quieta. —Excelente. Él la volvió a azotar y ella aspiró el dolor fuerte y abrasador. Qué placer tan grande. Entonces, empezó con un ritmo fuerte, golpeándola una y otra vez; una nalga, luego la otra y luego bajó hasta la parte superior de los muslos. Y metió sus dedos diestros e incisivos en su sexo, entrando y saliendo, deteniéndose para acariciarle el clítoris duro y necesitado, y luego otra vez dentro. Estaba empapada y le temblaban las rodillas. Tenía los pechos apretados contra la dura encimera, el granito frío, los pezones doloridos. Sus dedos empujaron más adentro y él la azotó más fuerte hasta que ella pudo notar cómo le salían verdugones en la piel. Pero se sentía increíblemente bien. La respiración de Alec se hizo más áspera y la espátula cayó con unos cuantos crujidos fuertes y la hizo gritar. —Sí, lo puedes soportar, mi preciosa chica. —Alec, por favor… —Por favor, ¿qué? —Por favor, fóllame. Dejó de azotarla. Lo único que podía oír era el jadeo áspero de su propia respiración y la de él. Al cabo de unos segundos, notó sus fuertes muslos desnudos apretados contra los de ella, su mano metida entre su cabello, tirando fuerte. Entonces, su polla enfundada apretó la entrada de su sexo. —Venga, nena. Ahora, ábrete para mí. Ella abrió las piernas, levantó más el culo y él entró dentro de ella. El placer creció en su cuerpo, caliente como una ola y, de algún modo, bueno. —Sabes tan bien, Dylan. Eres deliciosa. Entró más adentro, empujando fuerte y rápido. —¡Oh! —Sí, lo puedes soportar todo. Y estás increíblemente mojada.