Literatura BDSM El Límite del Placer ( Eve Berlín ) | Page 121

—De acuerdo. Sé que harás lo que necesites y lo correcto. —Siempre lo hago. Lo único que necesito es… controlar esto. Tal vez necesite alejarme un poco de ella. —Tal vez. O quizá necesitas seguir viéndola hasta que averigües qué te pasa. Eso tendrás que decidirlo tú. —Lo sé. Gracias por venir, Dante. —De nada. —Apuró lo que le quedaba de cerveza y dejó la jarra sobre la barra—. ¿Estás bien? —Sí, estoy bien. Dante le dio una palmadita en la espalda al levantarse del taburete. —Llámame y dime cómo va el tema. —Lo haré. Alec se terminó la cerveza antes de salir y se levantó el cuello de la chaqueta de piel para no mojarse con la lluvia. Inspiró hondo el aire de la noche, que olía a acera mojada y al humo de los tubos de escape de los coches que pasaban, y también un poco al agua salada del océano que había a unas pocas manzanas. Quería ir al coche, sacar el teléfono y llamarla pero, en lugar de eso, echó a andar. Se le mojaba el pelo y las gotas empezaban a entrarle por el cuello, pero le daba igual. Una manzana tras otra y tanto los edificios como la gente que pasaba eran borrosos. No sabía qué estaba haciendo, en realidad. Solo necesitaba apagar el cerebro un rato, desprenderse de toda esa tensión, incertidumbre y enfado consigo mismo andando. Cuando volvió a su coche eran las diez pasadas y estaba empapado; las perneras de los vaqueros se le pegaban de lo mojadas que estaban. Sería horrible sentarse en los asientos de piel pero entró en el coche de todos modos y encendió el motor, tras lo cual se quitó la chaqueta. Puso rumbo al norte, después al oeste hacia el Space Neddle, diciéndose para sus adentros que no iba allí porque Dylan viviera en Belltown, a la sombra del emblemático edificio. Pasó frente al edificio de ladrillo a la vista donde estaba su loft y ralentizó un poco para mirar la cuarta planta. Las luces estaban encendidas pero no veía nada a través de los altos ventanales. ¿Y qué quería ver, de todos modos? «A ella.» «Joder.»