Literatura BDSM El Límite del Placer ( Eve Berlín ) | Page 110
Alec empezó a moverse, contoneando las caderas. Ella tenía la mirada fija en
él, aunque sus ojos estaban medio cerrados y respiraba entre jadeos. Volvía a tener
las mejillas encendidas y los pezones cada vez más duros y oscuros. Él se inclinó y
apresó uno entre sus labios.
—¡Ah!
Succionó un poco más ese dulce botón y le dio un mordisquito.
—¡Joder, Alec!
Él se apartó un poco.
—¿Duele?
—Sí —le espetó ella.
—¿Y te gusta?
—Ah, sí.
Inclinó la cabeza y se llevó el otro pezón a la boca, empleando los dientes
para rozar su piel, que luego mordió.
—Ah… Alec.
Ella levantó las caderas hacia las suyas y empujaba con los brazos las manos
con las que él le asía con fuerza las muñecas. Pero no forcejeaba para zafarse de él;
se contoneaba de placer. El mismo placer que le embargaba a él mientras la
penetraba. Su sexo acogía a su pene como un guante, cada vez más ajustado; supo
que ella volvería a correrse.
Se retiró para mirarla; tenía que verla bien. Tenía el ceño fruncido y los
labios entreabiertos de placer. Era demasiado hermosa. Todo su cuerpo se
estremecía del goce: su pene, sus testículos, su vientre, sus brazos y sus piernas.
Le soltó la cintura y llevó una mano a su boca, rozando los voluptuosos
labios de ella con la yema de las dedos.
—Chupa —le ordenó. Ella obedeció y empezó a chupar con fruición, como
si le estuviera ofreciendo el pene.
Él gimió y retiró los dedos de su boca no sin cierto esfuerzo para colocar la
mano bajo su trasero, entre sus dos suaves nalgas. Sin dejar de mirarla a los ojos,
presionó con un dedo su pequeño agujero. Las pupilas de Dylan se dilataron pero
no protestó. Cuando le introdujo la punta del dedo, ella suspiró y él notó como su
sexo se ceñía alrededor de su pene.
Tuvo que detenerse en ese momento; el plac W"