Literatura BDSM El Límite del Deseo (Eve Berlín) | Page 91

Le metió dos dedos y la hizo jadear. Kara se arqueó por encima del sofá y él respondió metiendo los dedos más adentro de su cuerpo. Chupándole el clítoris con fuerza, arañándolo con los dientes. Y ella se corrió entre escalofríos de un placer puro que casi quemaba. Tuvo que morderse el labio para no gritar su nombre. Dante se sentó y la miró. La observó, como tantas veces hacía, pero había algo un poco diferente en la forma como la miraba. Algo oscuro en sus ojos, como si realmente estuviera pensando en algo. Considerando algo. Mientras ella le miraba, juró que algo cambiaba, como un destello fugaz de emoción, aunque desapareció demasiado rápidamente para poder asegurarse. Y estaba demasiada distraída por los últimos estertores del clímax que le recorrían el cuerpo y por su belleza masculina. Era tan apuesto, tan increíblemente guapo, que apenas podía soportarlo. Sin embargo, por mucho que quisiera tocarle, sabía que debía mantener los brazos pegados a los costados para dejar que él marcara el ritmo. E incluso eso la excitaba. —Estás preparada, Kara. —Sí —susurró ella—. Necesito notarte dentro de mí, Dante. —Para eso también. Pero quería decir que estás preparada para más. Estás preparada para el club. Te llevaré al Pleasure Dome este fin de semana. —Oh. Le daba vueltas la cabeza, llena de imágenes centelleantes de cómo debía de ser el club. Cuerpos desnudos, el crujido de los látigos, con la anticipación sexual llenando el aire. —¿Te gusta la idea? Porque te acabas de ruborizar de una forma preciosa. Del mismo modo que te ruborizas cuando meto mi mano entre tus muslos. Así. Hizo exactamente eso y hundió los dedos en el sexo, que todavía vibraba. Sonrió. —Dios, me encanta verte así. Podría pasarme la noche torturándote así, pero antes tengo que cenar. Y después, necesito follarte y volverte a zurrar. Pero ahora mismo iremos a un restaurante. Comeremos algo y, mientras cenamos, pensarás en lo del club y en las cosas que te haré allí. —Sí, Dante. —No podía pensar con claridad, aunque todos sus pensamientos eran sobre el club, el Pleasure Dome. Sobre estar allí con él, sometiéndose a él de un modo que jamás había hecho. —Y, Kara… —¿Sí? —susurró. Le temblaba todo el cuerpo. Con el último estertor de su clímax. Con la necesidad de volverlo a hacer. —Nada de bragas en la cena. Quizá te necesite desnuda bajo ese precioso vestido. —Le colocó bien el vestido y se incorporó, ofreciéndole la mano para ayudarla a levantarse—. ¿Vamos? El restaurante era un gran local italiano cerca del río. Buena comida y una carta de