Literatura BDSM El Límite del Deseo (Eve Berlín) | Page 84

Ocho Cuando Dante se despertó, afuera todavía estaba oscuro. Le echó una rápida ojeada al reloj y vio que eran las cinco de la madrugada. Todavía faltaba una hora y media para que tuviera que levantarse para ir al trabajo. Kara dormía a su lado. La luz que había dejado encendida en el recibidor todavía brillaba, con un punto mínimo de luminiscencia que llegaba a la zona del dormitorio del loft. Suficiente, no obstante, para que, al cabo de unos segundos, pudiera distinguir los rasgos de Kara. Tenía las facciones finas, con los pómulos marcados y curvos. La boca increíblemente sensual. Preciosa. Su pelo sedoso descansaba sobre la almohada. Le encantaba su textura y la forma como le enmarcaba el rostro cuando estaba despierta. Le encantaba la despreocupación que transmitía así despeinada o cuando practicaban sexo. Bajó la mirada y pudo distinguir las curvas sensuales de su cuerpo bajo la manta. Recordó cómo le hacía sentir su cuerpo bajo las manos. Siempre había sido atlética, de cuerpo esbelto y tonificado; ya lo era en el instituto. Ahora tenía un toque de curvas, un poco más de redondeces que le conferían mayor feminidad. Y su cara era muy parecida, más hermosa tal vez. Pero ya entonces era bonita. Aún conservaba ese frescor, una piel inmaculada y suave como la de un bebé. Recorrió con un dedo el perfil de su barbilla, la mejilla y ella abrió los ojos de golpe. —Hola. —La voz era algo ronca, impregnada aún de sueño y de un pequeño atisbo de deseo, pensó Dante. O quizás era lo que quería creer él. Se le estaba volviendo a poner dura con solo mirarla. Una locura. —Hola. Lamento despertarte. Solo… No lo sé. Quería tocarte. No se podía creer que lo hubiera dicho en voz alta. Quizá todavía estaba embotado por el sueño. Pero ella sonrió y él vio cómo le brillaban los dientes en la habitación tenuemente iluminada. —No pasa nada. Me gusta —contestó ella—. Que quieras tocarme. Que me hayas despertado. Y aún hay esa calma propia de primera hora del día que tanto me gusta. —Sí. Pero… —¿Qué quería decirle? No sabía qué diablos le ocurría—. Solo te estaba mirando y pensando que estás igualita. Casi como cuando tenías dieciséis años. —Pues ahora no tengo precisamente dieciséis. —Lo sé. Pero verte después de todos estos años es extraño. No sé mucho de lo que te ha ocurrido durante este tiempo. Solo lo básico: la universidad y cosas de tu carrera. ¿Por qué parecía tan importante preguntarle sobre su vida? Quizá solo para ponerse al día. Pero eso no explicaba por qué lo necesitaba saber. —No me ha ocurrido mucho más. —Kara se quedó callada y se pasó la mano por la