Literatura BDSM El Límite del Deseo (Eve Berlín) | Page 69

—Quizá piensas demasiado. —Mmm, de acuerdo, sí. Le volvió a coger la mano, se la llevó hasta los labios y plantó un beso tierno en su palma abierta. —Más tarde, cuando estemos a solas, veré qué puedo hacer para que ese cerebro brillante frene un poco. Para que se vacíe. En tu caso, parece que unos buenos azotes funcionan. Pero quizás estés lista para algo más. —¿Intentas asustarme? —¿Funciona? —Quizá. Dante sonrió, parecía satisfecho consigo mismo. —Y quizá no —añadió—. No tengo miedo de las cosas que anhelo. —¿Ah, no? ¿No ha sido eso lo que te ha impedido cumplir tus deseos todos estos años? —Ya no. Pero era mentira. Quería a Dante. Más de lo que le gustaba admitir. Y eso la asustaba enormemente. Pero ella pensaba poseerle. Ya pensaría más tarde en el resto. —Vamos a alimentarte. —Dante le soltó la mano, hizo señas al camarero y pidió sin mirar el menú. —¿Siempre lo haces? —le preguntó ella. —¿Si hago qué? —¿Tomar el control en cualquier situación? Aquella pregunta pareció sorprenderle. —Sí. ¿Tienes algún problema con que yo pida por ti? Kara se echó atrás en la silla, con la madera escociéndole un poco en los puntos doloridos de su trasero, haciéndole sentir una oleada extraña de placer. Se encogió de hombros en un gesto impotente. —Me gusta. Odio reconocerlo, pero es así. Dante le sonrió. —Nos entenderemos bien. —Ella puso los ojos en blanco, haciéndole reír—. Es verdad. Y estoy bastante seguro de que tenemos otras cosas en común. —¿Como qué? Él se encogió de hombros. —Ambos somos abogados, de modo que hemos vivido el infierno del examen para poder ejercer. Ahora la que se rio fue ella. —Eso es muy cierto, sí. Llegó la comida. Él había pedido rollitos de anguila, un poco de sashimi de salmón