Literatura BDSM El Límite del Deseo (Eve Berlín) | Page 39

el sexo y era una extraña sensación, completamente distinta a cualquier otra cosa que hubiera sentido antes. Era por la combinación de estimular los pezones y estar a merced de sus manos. A sus órdenes. Él siguió lamiéndole, mordiéndole y pellizcándole la parte inferior de los pechos. No sabía cuánto tiempo llevaban así; una hora, tal vez. Tenía la piel perlada de sudor y la respiración entrecortada. La sensación aumentaba. Era increíble. Iba a correrse. —Dante… Estoy a punto… Él succionó más fuerte; el dolor y el placer se fusionaban hasta tal punto que no sabía dónde empezaba uno y terminaba el otro. —Ay, Dios mío… Su cuerpo estaba al borde de ese delicioso abismo. —Por favor, Dante… Él levantó la cabeza y murmuró: —Lo has hecho muy bien, preciosa. Córrete. Su boca volvió a posarse en un pezón, al que se agarró con fuerza. Entonces bajó una mano hacia sus muslos y empezó a acariciarle el clítoris con los dedos. —¡Joder! El clímax la embargó por completo. Era demasiado. Gritó y arqueó la espalda, contoneándose de placer. Apenas podía soportarlo. Seguía temblando cuando Dante se colocó encima de ella, acomodó el pene entre sus muslos y la embistió. Se sintió indebajo de él mientras la penetraba, pero de una forma hermosa. Su pene era un miembro sólido y duro; exactamente lo que necesitaba. E igual que la noche anterior, marcaba un ritmo fuerte y regular al introducirse en ella. Sus caderas chocaban. El placer del cuerpo de Dante encima del suyo era casi tan grande como el que le proporcionaba él penetrándola. La sensación se fue intensificando tanto que al final notó cómo se tensaba su interior y le sobrevino otro orgasmo enorme. —Joder cariño…, eres tan hermosa. Esto es tan bueno… ¡Ah! Él se estremeció y con la boca se aferró a su cuello al correrse. Y ella le rodeó el suyo con los brazos. Trató de pensar en lo que habían estado hablando. Acerca de cómo le afectaba estar a sus órdenes y cómo hacía que el sexo fuera tan intenso. Pero estaba agotada, exhausta. Cerró los ojos y notándole a él cada vez más suave en su interior, cayó rendida en brazos de Morfeo.