Literatura BDSM El Límite del Deseo (Eve Berlín) | Page 31

Tres Kara estaba agotada, débil, aunque, al parecer, quería más. Sobre todo al saber que iba a azotarla… Ah, sí, la sola idea la encendía por dentro como los fuegos artificiales de fin de año: era puro fuego y luz. Gimió débilmente mientras Dante le daba la vuelta con facilidad, como si fuera una muñeca de trapo en sus grandes manos. Le puso una almohada debajo del vientre y la colocó encima. —Ábrete para mí, Kara. Muy bien, así. Él la ayudó a separar las piernas. Estaba preparada para él aunque ya había llegado al orgasmo varias veces. Tantas, de hecho, que los clímax se fundían en uno solo. Eran un único momento de sensación infinita e intensa que la aturdían una pizca. Pero esto sería algo muy distinto. «Por fin.» Le acarició las nalgas, los muslos y le rozó el sexo. Kara reparó en que no sabía si la azotaría o la penetraría primero y eso lo hacía todo más excitante. También la ponía más nerviosa pero en el buen sentido, no podía pensar con claridad. —Kara, escúchame. Respira hondo. Así; una buena bocanada de aire y luego suéltalo. Bien. Va, otra vez. Su voz era tranquilizadora y eso la ayudó a calmarse. Era tan suave y profunda que casi podría dormir con ella de fondo. Sus manos la recorrían entera y calentaban su piel y su sexo. Le masajeaba la tersa piel de las nalgas y muslos con manos firmes; tan firmes como el tono de su voz. —Quiero que te estés quieta. Pase lo que pase —le dijo. ¿Percibió un deje de amenaza en sus palabras? No obstante, le resultaba encantador. Emocionante. Inspiró hondo y volvió a espirar. Temblaba solo de pensar en lo que la esperaba. —Ahora te voy a azotar —le dijo en voz baja. Y antes de que tuviera tiempo de asimilarlo, bajó la mano y le dio un fuerte cachete. —¡Oh! —¿Te he sorprendido? Eso es exactamente lo que quiero; que no sepas cuándo será, que aguardes impaciente y lo resistas luego. V olvió a azotarla —un cachete que resonó en el aire incluso— y aunque sintió una punzada de dolor, el placer fue mayor, como una corriente eléctrica que le surcara la piel. —Respira, Kara. Sigue respirando. Ella hizo lo que le pedía sin cuestionarlo siquiera. No quería cuestionarle ni