Literatura BDSM El Límite del Deseo (Eve Berlín) | Page 22

parecer más hombre aún. Era tan alto y la sujetaba tan cerca que Kara tuvo que levantar la cabeza para mirarle a los ojos. Vio en ellos el mismo deseo que ella sentía en el cuerpo. Era como una corriente eléctrica. Ojalá la besara. —Subamos. No le soltó la cintura de camino al ascensor ni una vez den tro, mientras subían de una planta a otra. Él estuvo mirándola a la cara todo el tiempo; sus ojos marrones y dorados la abrasaban con la mirada. Eran cautivadores. Entonces se le acercó y le dijo al oído: —Estamos a punto de llegar. No tienes ni idea de las ganas que tengo de tocarte, Kara. No me atrevo a besarte siquiera. Si lo hago, todo pasará aquí mismo, dentro del ascensor. —Creo que no me importará —respondió ella en voz baja, sonriendo y embelesada por él. Él se rio en voz baja. —Mejor que lo dejemos para más tarde, cuando los vecinos se hayan acostado. Pero me gusta que no te opongas a la idea de practicar sexo en un ascensor o en algún sitio donde puedan sorprendernos. —Es que me parece… excitante. Cualquier cosa con Dante parecía excitante. Todo. Se abrieron las puertas y prácticamente ni respiró mientras accedían al vestíbulo, él abría la puerta y la hacía pasar al interior. Su piso era uno de estos lofts abiertos con ventanales que ocupaban la pared entera y con vistas a la ciudad. El apartamento estaba a oscuras pero la poca luz que provenía de la urbe afuera bastaba para distinguir las siluetas de los muebles. Sin embargo, no tenía tiempo para mirar nada; no le interesaba mucho. Dante empezó a tocarla y la empujó contra la puerta de entrada. Lo único en lo que Kara pudo pensar fue «Sí. Ahora», mientras él agachaba la cabeza y comenzaba a besarla. Tenía una boca dura pero suave a la vez. Una lengua húmeda y unos labios carnosos con los que le comía la boca. Ella apoyó las manos en sus hombros; tenía la mente algo aturdida. Se sentía débil de lo deseosa que estaba; le temblaban las piernas. Esperó mientras él se apartó lo suficiente para quitarse el abrigo y quitárselo a ella. Los dejó caer al suelo de madera, sin dejar de besarla. Siguió besándola y ella apoyó la espalda en la puerta de madera contra la que él la tenía apresada. Su cuerpo era todo músculo: muslos fuertes, torso firme y espalda ancha. Y bulto en la entrepierna que le presionaba el vientre. Duro, grande y… ah… No pudo evitar jadear cuando dejó de besarla y empezó a desnudarla. En cuestión de segundos, o eso le pareció, se quedó en braguitas y sujetador, sin saber siquier