Literatura BDSM El Límite del Deseo (Eve Berlín) | Page 184

Él dejó el tenedor sobre la mesa y la miró. La sinceridad que vio en su mirada era tan deslumbrante como el sexo y la dejó sin aliento. —Estoy muerto de miedo —reconoció él—. Pero no pienso permitir que el miedo me controle. No puedo dejar que me venza. No lo haré, por eso estoy aquí contigo. Al fin y al cabo, ¿qué hacemos aquí si no estamos dispuestos a tener miedo? Las lágrimas le escocían en los ojos. —Y tú que siempre dices que yo soy la fuerte. No es verdad. —Claro que es verdad. Te lo veo; siempre lo he visto. Tener miedo no significa que no seas fuerte, solo quiere decir que eres humana. Quizá no se nos dé de perlas esto de la relación. Seguramente, a mí no. Eso lo sabes, ¿verdad? Kara tuvo que reír. —Sí. Pero, seguramente, a mí tampoco. —Muy bien. Así pues, somos dos seres humanos imperfectos que nos juntamos porque nos amamos. —Se acercó más—. Te quiero, Kara. Para mí, basta con eso. Confío en que también para ti. Ella estiró el brazo por encima de la mesa, y él lo atrapó a medio camino, cogiéndole la mano dentro de la suya. Su tacto era caliente. Tranquilizador. —Me basta, Dante. Te quiero y eso es suficiente. Tengo que confiar en ello. Pero todavía estoy aprendiendo. —También yo. Podemos aprender juntos. No me imagino haciendo esto de otra manera. —Yo tampoco. Ya no quiero estar sola. Tampoco quiero que mis miedos dicten lo que hago ni cómo me siento. Solo quiero sentirlo. Y… y quiero volver a pintar. No pienso dejar la abogacía, pero hace poco que he empezado a dibujar y creo que ha llegado el momento de pintar. —Eso es fantástico. —Él le sonreía con un orgullo que traspasaba su mirada marrón y dorada, mientras su mano, grande y caliente, agarraba la suya. —Pintar forma parte de esto, de esta transformación. Y otra parte es el trabajo… Creo que tenemos que reunirnos con los socios y contarles que estamos juntos. —Sí, totalmente de acuerdo; se lo contaremos. Y que ellos lo asuman. Ya no tendremos que ocultar nada. Esto es real, no es una aventura escandalosa. Todo eso ha cambiado. —Lo ha hecho. Nosotros. Yo. Han cambiado muchísimas cosas en mi cabeza. El cuadro solo es un síntoma de eso. Uno bueno, claro. —Sonrió—. Pero todo empezó contigo. Ya estoy harta del miedo. Quizá todavía esté allí, pero quiero controlar mi vida. Y quiero estar contigo, Dante. Te quiero —repitió. No estaba segura de que jamás pudiera decírselo bastante. —Preciosa —murmuró él, atrayéndola hacia él. Dante la besó 䰁