Literatura BDSM El Límite del Deseo (Eve Berlín) | Page 182

Dante la envolvió con sus brazos. Casi la puso de pie, aferrándose a ella mientras se movía más adentro. —Ah, Kara… —Dante salió, volvió a entrar, enviándole placer en forma de olas estremecedoras—. Me siento tan bien contigo. Mucho mejor que nada de lo que haya sentido en mi vida. Dante movió las caderas, apretando fuerte hacia dentro y luego hacia fuera. Ella se sentía llena una y otra vez, con su dura extremidad en el interior. Pesada. Caliente. Kara le acercaba las caderas; quería que entrara más. Y, durante todo ese tiempo, el placer volvió a aumentar, como una espiral, a punto de culminar. —Kara —dijo entre jadeos, con su melena rozándole la cara—. Necesito correrme. Dentro de ti… Se puso tenso, mientras la penetraba una y otra vez, jadeando y gritando su nombre. —Kara, nena… ¡Kara! Kara notó cómo se corría, notó el calor del semen dentro de ella y notó el placer como si fuera el suyo. Y ella se corrió con él, como si un millón de luces estallaran en su cuerpo y en su mente. Deslumbrándola. Cegándola. Se abrazaron. Kara temblaba de placer, asombrada por lo que estaba sintiendo y por lo que Dante sentía por ella. Lo notaba en cada caricia, en cada susurro. El miedo quería volver a entrar en ella, pero no estaba dispuesta a permitirlo. Ahora no. Ahora se permitía regocijarse en la primera sensación real de seguridad que jamás había sentido con un hombre —con alguien— en la vida. Se permitía por fin relajarse, abrazada a Dante. Cerró los ojos y se quedó dormida. Se despertaron por la tarde y volvieron a llegar al orgasmo juntos. Esta vez no hubo preámbulos: Dante se dio la vuelta para ponerse delante de ella, levantó una pierna sobre su costado y la penetró. Fue un movimiento suave, con las caderas encontrándose y la carne rígida de Dante empujando dentro de ella. Y poquito a poco empezó a aumentar el calor. Esta vez, la sensación e Ʉ