Literatura BDSM El Límite del Deseo (Eve Berlín) | Page 18

Ahora mismo no le importaba tanto como de costumbre. Como debería. ¿Qué significaba eso? Tampoco quería planteárselo demasiado. Simplemente la deseaba. Estaba fuera de control, como un adolescente que se deja llevar por las hormonas. La deseaba como no había deseado nunca a ninguna mujer. Después de quince minutos de hablar con ella. Después de todos esos años. «Tengo que conseguirla.» Ya averiguaría más tarde qué diantre le pasaba. —Kara. Te preguntaré algo y no quiero que te ofendas, pero voy a ser muy sincero. —Está bien… Se inclinó hacia ella y en voz baja le dijo: —Sigo sin creer que haya coincidido contigo esta noche, después de tanto tiempo. Pero tengo que decirte que si estuviéramos en el instituto, esto hubiera sido como un sueño hecho realidad, sobre todo besarte. Sin embargo, me he hecho mayor, igual que tú, y quiero más. Ella abrió mucho los ojos y soltó una pequeña bocanada de aire caliente. Entonces volvió a sonreír y Dante supo que todo iría bien. Ella se le acercó y le miró a través de sus largas y oscuras pestañas. Era la mirada de una seductora y, al mismo tiempo, tenía algo dulce y casi inocente. —Todos nos hemos hecho mayores, Dante. ¿Qué quieres? Él le cogió la mano y se la envolvió con los dedos. —Te quiero a ti. Te deseo tanto que no puedo desperdiciar el tiempo con más conversación. Y esto no es algo que vaya diciéndoles a todas. La verdad es que no creo en esas chorradas. Te deseo… y punto. Kara se quedó sin aliento. Esa sinceridad tan descarnada era como una especie de afrodisíaco. Eso y la manera como la miraba, con esos labios carnosos entreabiertos y aún húmedos de besarla. Ese hombre besaba de maravilla, de eso no había duda. Quería que volviera a hacerlo. Quería que hiciera algo más además de besarla y lo quería ya. Se encogió de hombros con la esperanza de aparentar naturalidad aunque el corazón le latiera desbocado. —Entonces, soy tuya, Dante. Él le sonrió, con pasión pero poco a poco, con el deseo ardiendo a fuego lento. Dante se levantó y la ayudó a incorporarse. De pie a su lado era aún más alto, empequeñeciendo su metro setenta y cinco. Le encantaba sentirse pequeña y femenina a su lado. Inspiró hondo para percibir su intenso olor oscuro y almizclado y sintió un escalofrío; el placer vibró en su interior como una nota musical que se alargaba al tocarla. Sí, se habían hecho mayores y quizá fuera esto lo que necesitaba. Quizás él también.