Literatura BDSM El Límite del Deseo (Eve Berlín) | Page 173
—Sí, claro. Yo me ocuparé de todo. No quiero que te preocupes por nada. Haz lo
que debas hacer, Kara.
—Gracias, Ruby. Por todo.
Colgó y se agachó para coger el bolso y el maletín de debajo del escritorio. Se
levantó y se puso el abrigo. Se detuvo unos segundos, con la mano en el pomo de la
puerta, esperando que Dante no apareciera por ahí. Abrió la puerta.
El pasillo estaba vacío y dio gracias por ello, aunque a la vez estaba enfadada
porque Dante no hubiera insistido más para hablar con ella.
Ella había sido quien le había dicho que se fuera porque no pensaba hablar con él.
Quizá fuera idiota, pero le había parecido un tema de pura supervivencia. Todavía
se lo parecía.
Suspiró, recorrió el pasillo hasta el ascensor y entró. Vio cómo Dante salía del
despacho de Charles Landers. La estaba mirando, con expresión tensa, mientras las
puertas del ascensor se cerraban.
Continuó respirando e insuflando aire en los pulmones. Cuando llegó a la planta
baja, fue hasta el coche y condujo hasta casa. Al llegar al piso, le dolía el pecho; el
dolor era tan fuerte que tuvo que obligarse a respirar. Y las lágrimas le quemaban tras
las pestañas y en la garganta, incluso.
Se despojó del abrigo, lo dejó caer junto con el bolso y el maletín sobre el suelo.
Con el piloto automático puesto, fue hasta la cocina y puso la tetera en el fuego. No
sabía qué más hacer. El té la tranquilizaba y ahora necesitaba ese tipo de consuelo.
Necesitaba a Dante.
«No.»
Se agarró del borde de la encimera; notaba la fría baldosa vieja y blanca bajo los
dedos. Eso la calmó un poco. Miró las baldosas y la cajita de té sobre la encimera.
Todo se fusionaba, borroso por culpa de las lágrimas que se acumulaban en sus ojos.
«No lo hagas.»
Ya no podía llorar; no podía hacerlo y punto. Si volvía a ceder a las lágrimas, tenía
miedo de no poder parar.
La tetera silbó y ella se sacudió los pensamientos, vertió el agua hirviente en una de
las tazas azul cobalto e introdujo una bolsa de té Ear