Literatura BDSM El Límite del Deseo (Eve Berlín) | Page 168

Dieciséis Era jueves por la mañana, lo que quería decir que era el día de los donuts en la oficina: la idea de sus jefes para mantener alta la moral del bufete cuando se acercaba el final de la semana. Sin embargo, Kara no se imaginaba tragando algo más aparte del té con el que había estado sobreviviendo toda la semana. El lunes había dicho que estaba enferma, porque estaba demasiado agotada y llorosa para presentarse en el bufete. El martes se había rehecho lo suficiente para ir a trabajar y se alegró al enterarse de que Dante se pasaría el día en los juzgados. Lo mismo el miércoles. Quizás hoy todavía tendría suerte. Aún no estaba preparada para verle. No estaba segura de estarlo jamás. «Eso es lo que te pasa por liarte con alguien del trabajo…» Suspiró en silencio mientras el ascensor emitía un ruido metálico y salió al vestíbulo principal del bufete. La recepcionista la saludó y ella saludó con la cabeza a varios de sus colegas de trabajo mientras avanzaba con pies de plomo por el pasillo hasta su despacho. Ruby, la secretaria que compartía con otros abogados —incluido Dante—, la siguió mientras se quitaba el abrigo. —Oye, Kara, la Santísima Trinidad ha convocado una reunión para esta mañana. Todo el mundo que no esté en los juzgados hoy debe asistir. —Oh. ¿De cuánto tiempo dispongo? —Kara miró el reloj, mientras pensaba si podía encontrar una excusa para escaquearse. ¿Estaría Dante allí? ¿O volvería a estar en los juzgados? ¿No tenía nada urgente que hacer? —La han convocado para las ocho menos cuarto, de modo que tienes unos quince minutos. ¿Quieres un donut? Te he guardado uno de esos con sirope de arce que tanto te gustan. Se le revolvió el estómago. —Gracias, Ruby. Es muy amable por tu parte, pero estoy intentando dejar de comer tanto azúcar. —Yo debería hacer lo mismo pero ya me he comido dos donuts de mermelada. — Ruby esbozó una sonrisa—. Nos vemos en la sala de conferencias dentro de unos minutos. —Gracias, Ruby. Dios, ¿estaría Dante allí? No creía que pudiera soportarlo. Aspiró hondo y fue soltando el aire lentamente, tratando de recordar los ejercicios de respiración para tranquilizarse que había aprendido en las clases de yoga. Pero el pulso le iba a mil por hora. No podía hacer nada al respecto; tenía que ir a la reunión. Simplemente tendría que afrontar la situación.