Literatura BDSM El Límite del Deseo (Eve Berlín) | Page 154

mano. La miraba y el pecho se le levantaba pesadamente con cada respiración. Entonces empezó a moverse empujando fuerte con las caderas. Hacía tanta fuerza que le hacía algo de daño, pero lo necesitaba. Le necesitaba. —Dante, por favor… Las lágrimas se asomaron a sus ojos. No lo entendía. Lo único que sabía era que el placer de su cuerpo dentro de ella era exquisito. Tenía ganas de más. —Dante —repitió entre sollozos. Él la incorporó un poco y la abrazó mientras la penetraba. Y cuando finalmente se tensó y gritó su nombre, Kara también se estremeció con otro orgasmo demoledor que la hizo chillar de gusto. —¡Dios mío! Por favor, por favor… Dante… Se aferraba a él con todas sus fuerzas y él hacía lo mismo. Todo su mundo daba vueltas, fuera de control. Y lo único que veía era su cuerpo y el de él, juntos. Solo ellos dos. El resto del mundo había desaparecido. No recordaba con claridad la vuelta a casa de Dante: no fue más que el movimiento emborronado de las luces de las farolas y de la lluvia que caía, mezclando los colores en el parabrisas. El olor de los asientos de piel de su coche. Su olor oscuro pero encantador junto con el aroma del placer. Cuando la sacó del coche y la llevó al ascensor, a Kara le entró el pánico. No entendía lo que estaba sucediendo pero estaba anhelante, nerviosa y tenía mucho miedo. —Dante, no te vayas… te lo ruego. —¿Qué? No me voy a ningún sitio, cielo. Te voy a llevar dentro. Espera un segundo a que abra la puerta. Ella se apoyó en él cuando entraron y Dante cerró la puerta del piso. Se sentía muy débil. Quizá fuera de alivio. Él la sujetó bien con los brazos alrededor. —No pasa nada —le dijo en un tono tranquilizador—. Es otra consecuencia del subidón químico por lo de esta noche. Las endorfinas, vamos. Tal vez haya sido una pequeña sobrecarga. Te pondrás bien. Te desnudaré y nos acostaremos, ¿de acuerdo? Ella asintió sin decir nada. No podía pensar con coherencia. Lo único en lo que pensaba, lo único que sabía en ese momento, era que le quería. Que después de esa velada en el club, se sentía más cerca de él que nunca. Y no sabía durante cuánto tiempo más podría guardarlo dentro. Estaba un tanto mareada por todo. Por el amor, de hecho. Por el deseo que sentía por él: un anhelo absoluto que no había sentido antes. En lo que le pareció medio segundo ya estuvo desnuda en su cama, entre unas sábanas frías pero suaves al contacto con su piel.