Literatura BDSM El Límite del Deseo (Eve Berlín) | Page 152
—Ah, joder, Dante…
—¿Vas a correrte?
—Sí.
—Aún no —le ordenó, soltándole la mano para acariciarle la mejilla—. No pares,
Kara, pero mírame. Mírame solo a mí.
—Sí —susurró; las ganas de complacerle eran mucho más fuertes que la sensación
que fluía en su interior mientas continuaba acariciándose.
Él la observaba con una mirada ardiente.
—Solo estamos nosotros. Solo tú y yo. Nada ni nadie importan más ahora.
—Sí, Dante.
Él apartó la mano de su mejilla y la metió entre sus muslos una vez más para
introducirle los dedos.
—¡Oh!
Los sacó y los volvió a meter.
—Esto es lo que quiero hacer, preciosa.
Apartó la mano de nuevo y se recostó en la otomana.
Ella se introdujo dos dedos y se mordió el labio cuando la sensación aumentó.
—Más adentro —le ordenó.
Ella los introdujo más, luego los sacó y volvió a metérselos. Respiraba
entrecortadamente; el placer le corría por las venas. La mirada de Dante se había
vuelto abrasadora y la derretía por dentro.
—Vamos, Kara. Córrete para mí, cielo. Hazlo.
Ella volvió a meterse los dedos con fuerza en el sexo, que empezaba a estar muy
sensible, y con la otra mano empezó a trazar círculos en el clítoris. El clímax llegó
rápido y con mucha intensidad, haciéndola gritar y mover las caderas con fuerza.
—Ah, qué bonita eres, cielo —murmuró Dante mientras ella seguía temblando,
oleada de placer tras oleada de placer.
Apenas había terminado cuando él la acogió entre los brazos y empezó a besarla y a
meterle la lengua. Le introdujo dos dedos en el sexo, flexionándolos bien para llegar a
su punto G y le proporcionó otro clímax que llegó con gran estruendo en un alud de
puro placer.
—¡Dios mío!
Dante la sujetó con fuerza entre los brazos mientras temblaba con la fuerza del
orgasmo.
—Cielo, ha sido… genial —le susurró a los labios.
—¿Dante…?
—¿Qué pasa, preciosa?
—Solos tú y yo aquí… —dijo con un hilo de voz entrecortado.