Literatura BDSM El Límite del Deseo (Eve Berlín) | Page 148

Catorce El Pleasure Dome estaba más concurrido que la última vez que Dante la había llevado, lo que la asustaba y excitaba a la vez. Había la misma iluminación roja y lila, y los rincones oscuros de siempre. Gemidos suaves, el siseo de un látigo cortando el aire, el ruido metálico de las cadenas y, de fondo, la música. Le encantó en cuanto entró, igual que la primera vez. Pero al estar ahí de nuevo, ya conocía la emoción, así como el temor. Tenía una idea más clara de lo que podía esperar y eso hacía las cosas más fáciles y difíciles a la vez. Mientras cruzaban la sala principal y se acercaban a las escaleras, a Kara se le empezó a acelerar el corazón, que le latía con fuerza en el pecho. Miró a Dante y, al parecer, él notó lo que estaba sintiendo porque le apretó la cintura con fuerza. —No pasa nada —le dijo en voz baja y con un tono tranquilizador. Le acercó la cabeza—. Les encantas, Kara, y eso que aún no hemos empezado. Te están observando al pasar. Están esperando. ¿Te das cuenta de las cabezas que se giran? El vestido negro y corto ayuda, sí, pero en realidad es por ti. No pueden dejar de mirarte, como me pasa a mí. Ella miró alrededor mientras pasaban por las diferentes zonas del lugar. Había hombres y mujeres en diferentes etapas de desnudez o bien con prendas de cuero. Cruzó la mirada con algunas personas y eso le dio un subidón instantáneo, como una especie de calor. Tuvo que apartar la vista. Era mejor mirar a Dante, que estaba guapísimo y era puro músculo con sus pantalones de cuero y la camisa negra que se ajustaba como un guante a su pecho y espalda. Su sola presencia la tranquilizaba. Se volvió hacia él. —No puedo mirar, Dante. Me… me gusta saberlo pero ahora mismo mirar es demasiado. Es un poco sobrecogedor. —Entonces saborea simplemente que lo sabes, preciosa. Le dio un apretón en la cintura y ella se derritió. Se dejó llevar por él como una niña, como solía sucederle con él. Su armadura empezaba a deshacerse; de hecho había empezado al entrar en el club. Antes, incluso, cuando estaba en casa preparándose para la velada. ¿Qué tenía ese ritual de ducha, crema hidratante, perfume y vestido que la hizo entrar en la primera fase del subespacio? Tampoco podía pensar en eso ahora. Ya estaban subiendo las escal