Literatura BDSM El Límite del Deseo (Eve Berlín) | Page 14
hacia él la habían espabilado.
—Sigues tan guapa como siempre, Kara —le dijo él, de repente, con esa mirada
dorada fija en ella—. Espero que no te moleste que te lo diga.
Ella negó con la cabeza.
«Habla, Kara.»
—Gracias.
—Eres muy hermosa —murmuró.
La miraba fijamente. A ella se le encendieron las mejillas otra vez, así como ese
cálido lugar que descansaba entre las piernas.
—¿Te sonrojarás aún más si te pregunto si estás soltera? Ella suspiró.
—Sí.
—Vaya, lo siento. No me incumbe. Perdóname.
Tenía unos modales clásicos. Siempre había sido un caballero, incluso en el
instituto. Entonces le encantaba y seguía gustándole ahora.
—No, me refiero a que sí, que estoy soltera —aclaró ella—. Rompí con mi pareja
hace seis meses. Bueno, él rompió conmigo.
—Qué tonto.
Ella se encogió de hombros.
—Puede. ¿Y tú qué? ¿Te has casado?
—No. Nunca he estado casado. Y estoy… solo.
—Ajá. —De repente se sintió incómoda. No solía tener problemas para hablar con
la gente y se consideraba bastante extrovertida. ¡Era abogada, por el amor de Dios!
¿Por qué no conseguía enlazar dos frases coherentes?
—Kara, ¿te incomodo? No pretendía hacerte estas preguntas tan personales pero es
que hace tanto tiempo que no nos vemos que quería ponerme al día.
—No, no pasa nada. Estoy bien. —Soltó una pequeña carcajada—. No sé qué me
pasa. Creo que he bebido demasiado vino. —Era mentira, solamente estaba un poco
achispada, pero la excusa le venía al pelo—. A mí también me gustaría que nos
pusiéramos al día.
Él sonrió y los hoyuelos surcaron de nuevo sus mejillas, acelerándole el pulso una
vez más. Entonces alargó la mano y le acarició la muñeca con los dedos como
distraídamente. Sin embargo, cuando levantó la vista reparó en que la miraba fijamente
con su mirada dorada. Una extraña expresión se asomaba a su rostro y tardó un poco en
reconocer el deseo puro, descarnado y sin artificios. Y a pesar de la ropa que llevaba,
hubiera jurado que notaba su calor como a través de una corriente que pasaba de su
mano y le subía por el brazo.
Inspiró hondo, algo mareada por la sensación.
«Esto no está pasando de verdad.»
Pero sí lo estaba.