Literatura BDSM El Límite del Deseo (Eve Berlín) | Page 138
Tal vez ha sido una buena idea. Sí, seguro. Aprovecharé el tiempo para ponerme al
día con el trabajo. El lunes tengo que entregar algo que he desatendido hoy.
—Bueno, de acuerdo. No sabía que tenías cosas que hacer.
¿Por qué se sentía tan gilipollas?
—Muy bien.
Ella le miró otra vez. Él se acercó su mano a los labios; la besó en el dorso, algo
que la hizo sonreír. Pero solamente un poco.
—Ya te llamaré, Kara.
Pues claro que era gilipollas. Vio en su rostro que estaba dolida y se odió un poco.
Ella asintió y salió del coche.
Él no dejó de mirarla hasta que entró en el edificio sana y salva, y se quedó ahí
sentado un poco más.
Nunca antes le había preocupado querer poner un poco de distancia con la mujer con
la que salía. Nunca había sido un problema, al menos no para él. ¿Por qué ahora? ¿Por
qué con ella?
Pensó en la conversación que había mantenido con Alec en la cena, cuando las
chicas se fueron al servicio. Alec le acusó de estar desaparecido. Él se lo había
rebatido, claro, y como amigo suyo era como era, lo dejó estar no sin antes arquear una
ceja.
Alec tenía razón, joder.
Encendió el motor, lo revolucionó un poco y dobló la esquina un poco más rápido de
lo que debiera.
Esto no estaba pasando. No a él. No era un hombre de relaciones; no era lo bastante
responsable. Obviamente. Solo había que ver lo que había sucedido la última vez que
había decepcionado a una mujer. ¡Erin había muerto, por el amor de Dios!
No sabía cómo hacer estas cosas. Si hasta había decepcionado a su propia madre. Se
había pasado la vida desilusionando a su madre. Primero porque no había sabido qué
hacer y después porque había perdido las esperanzas de poder hacer algo. Era un
cobarde.
Pisó el acelerador y el BMW voló prácticamente por las calles de Seattle.
No arrastraría a Kara consigo.
Llegó a la Quinta y siguió conduciendo hacia el norte para salir de la ciudad.
Necesitaba campo abierto a su alrededor. Necesitaba pensar. Había una tranquila
posada en Warm Beach. ¿Cuánto tardaría en llegar? Podría alquilar una habitación y
quedarse todo el fin de semana.
¿Y hacer qué? ¿Comerse el tarro?
Suspiró.
Qué ridiculez. Volvía a ser un cobarde.
Tarde o temprano tendría que hablar con Kara. Y aún más, tendría que afrontar el