Literatura BDSM El Límite del Deseo (Eve Berlín) | Page 134

—Soy abogada. Dante y yo trabajamos juntos en Kelleher, Landers and Tate. —No deberías salir con una mujer que es tan inteligente como tú —le dijo Alec a Dante, guiñándole un ojo—. Eso te puede meter en un buen apuro. Dylan le miró, sonriendo. —Tú sí que estás en un apuro ahora —le advirtió con un deje de broma en la voz. —¡Ja! Dylan arqueó una ceja y Alec se acercó para besarla en la mejilla; a ella se le iluminó el semblante. La camarera les trajo las bebidas y les tomó nota a los hombres. Había algo natural en ellos, en su manera de actuar y, una vez más, Dylan no reaccionó de ningún modo. Pero justo en ese instante, Dante mencionó que Alec y él se habían conocido en el Pleasure Dome, lo que significaba que tal vez a Dylan también le fuera el rollo duro, el bondage y el sadomasoquismo. A Kara se le encendieron las mejillas un poco. ¿Significaba eso que Alec y Dylan pensarían lo mismo de ella? Claro que Dante nunca la había mencionado. Podría ser una chica más de las que estaba viendo. «No importa. Compórtate como lo harías normalmente.» —¿Y tú, Dylan? —preguntó ella—. ¿Y Alec? —Somos escritores —contestó—. Yo escribo novelas eróticas y Alec escribe thrillers. —¡Vaya! Eres Dylan Ivory. He leído tus libros, me encantó El arte del deseo. Dylan se ruborizó. —Gracias. Muy amable por tu parte. —Es verdad. Ella esbozó una cálida sonrisa. Kara tenía la sensación de que esta chica le caería bien, si tuviera la oportunidad de conocerla. Sin embargo, eran amigos de Dante y era poco probable que volviera a tener esa oportunidad. Para ellos dos sería algo demasiado «de pareja». ¿No acababa de decirle hacía un momento que no le interesaba una relación y que quería mantener las cosas tal y como estaban? Se notaba un nudo en el estómago y empezaba a acelerársele el pulso. Le dio un sorbo a su bebida —una taza de sake frío— pero eso no la tranquilizó. ¿Por qué estaba tan nerviosa? —¿Me disculpáis un momento? Ahora vuelvo. —Dante la dejó salir del reservado y ella se levantó; se sentía algo boba. —Te acompaño —anunció Dylan, que se levantó también de modo que a Kara no le quedó más remedio que esperarla. Fueron a los servicios al fondo del restaurante. Una vez dentro, Dylan le puso una mano en el brazo. —¿Estás bien, Kara?