Literatura BDSM El Límite del Deseo (Eve Berlín) | Page 13

¿Cómo era posible que recordara lo importante que era el arte para ella? Esa idea hizo que el corazón le latiera más deprisa. Sus ojos la contemplaban; era una mirada oscura e intensa. —Deberías ir a por lo que de verdad deseas, Kara. Ella cruzó las piernas y puso una mano sobre la rodilla porque su vestido cruzado dejaba entrever unos centímetros de muslo entre el dobladillo y la parte superior de sus botas altas de ante marrón. —¿Lo crees de verdad? No siempre es tan fácil como parece. Tenía la impresión de que estaba flirteando y ella le devolvía el flirteo. Él asintió. —Una oportunidad perdida solo deja arrepentimiento tras de sí. —Estoy de acuerdo contigo. —Siempre me gustaste en el instituto —dijo él de repente, en voz baja. —¿En serio? —Sí. Siempre. Recuerdo cuando tenías catorce, quince años. Ya entonces tenías unas piernas larguísimas. Dante movió la rodilla y rozó la suya. Ella notó un agradable calor por todo el cuerpo. —Eh, vosotros. ¿Un poco más de vino? —Lucie llevaba una botella en la mano. Se había recogido la melena rubia en un moño alto y tenía las mejillas sonrosadas, resplandecientes por la fría brisa que corría y quizá también por las copas de vino que ya llevaba encima—. Acabo de recordar que os conocéis del instituto. —Precisamente ahora estábamos hablando de eso. Y no, esta noche no voy a beber. Kara, ¿más vino? —ofreció Dante mientras le cogía la copa y sus dedos rozaban los suyos. Luego le cogió la botella a Lucie, le llenó la copa y se la devolvió. Esta vez se detuvo y sus dedos permanecieron sobre los suyos un buen rato. Dante sonrió y ella notó aún más calor, como si tuviera un horno de puro deseo en su interior. —De acuerdo… Pues entonces… me vuelvo dentro —dijo Lucie, que se alejó y desapareció en el interior de la casa. Sin embargo, Kara prácticamente ni la había oído. Inspiró hondo y le dio un sorbo al vino. «Tengo que tranquilizarme.» Tenía una sonrisa arrebatadora. No había otra palabra para describirla. Su rostro tenía unas facciones angulosas muy masculinas: una mandíbula bien esculpida y unos pómulos altos y marcados. No obstante, su boca era voluptuosa, de labios carnosos, generosos. Y esos hoyuelos… Cuando sonreía ella se derretía por dentro. V olvía a sentirse como una adolescente, anonadada por esa sonrisa. Levantó la copa y bebió. Cuando se la terminó se dio cuenta de que no estaba tan achispada como creía. Tal vez la impresión de ver a Dante y la reacción que tenía