Literatura BDSM El Límite del Deseo (Eve Berlín) | Page 111

Contuvo las lágrimas y se prometió que se ocuparía de esto, que reflexionaría sobre este asunto, más tarde, cuando volviera a tener la cabeza en su sitio. —Kara, estás demasiado tensa. Venga, respiremos un poco para que te tranquilices otra vez. —No puedo. Dante la abrazó más fuerte hasta que notó los latidos fuertes y regulares de su corazón en el pecho. —Claro que puedes. Mira, haz lo que yo. Inspira hondo, poquito a poco. Le costó un poco pero hizo lo que le pedía. Al final el pulso volvió a la normalidad y la cabeza dejó de darle vueltas. Respirar bien la ayudaba pero lo que le iba mejor era tener su sólido cuerpo tan cerca del suyo. Sus brazos alrededor y su esencia masculina envolviéndola. Dante le acarició la espalda con suavidad y cuando llegó a la parte baja trazó círculos con los dedos. E igual que antes, sus caricias volvieron a encender el deseo. ¿Cómo podía sentir algo semejante justo después de lo que le había parecido un pequeño colapso? Estaba muy confundida pero era mucho mejor dejarse llevar por la sensación y sus caricias. Entregarse al placer que invadía su cuerpo una vez más. Entregarse a Dante. Él le susurró al oído: —Quiero llevarte a casa. Tengo ganas de follarte en mi cama. Vamos, preciosa. La recorrió otra oleada de calor. «Sí, en su cama. Entre sus brazos.» Quería hacer cualquier cosa que él deseara de ella e incluso con más fuerza que antes, cuando la tenía subida al banco de los azotes. Quería —necesitaba, mejor dicho — estar tan cerca de él como le fuera posible. Dante la incorporó y la vistió con cariño y sumo cuidado. Una vez más, Kara tuvo la sensación de ser amada. En el fondo sabía que todo se debía a las dinámicas del juego de poder y a su papel como dominante, pero por ahora aceptaría cualquier cosa. Ya se aferraría a eso luego, cuando él hubiera terminado, que era algo inevitable. En su corazón sabía que las cosas buenas no solían durar para siempre. Mientras regresaban a su casa en un taxi por las calles mojadas, a Dante le daba vueltas la cabeza. Tener a Kara en el club había sido demasiado. Se sentía algo avergonzado. Había estado a punto de perder el control con ella; de darle la vuelta en ese banco y follársela allí mismo. A ella le había excitado mucho que ese hombre sumiso les hubiera estado observa