Literatura BDSM El Límite del Deseo (Eve Berlín) | Page 11

Ella se encogió de hombros, en un intento de aparentar indiferencia y permanecer indiferente. Pero al ver esos ojos mirarla con aprecio, como solía fantasear desde que tenía catorce años, era demasiado. Inspiró hondo y volvió a intentarlo. —Bueno, fui a bastantes clases en la universidad pero a mis padres no les hacía mucha gracia que me dedicara al arte, así que terminé dejándolo. —Si no recuerdo mal se te daba bien pintar. ¿No te presentaste a algún concurso estatal en el instituto? —No me creo que recuerdes eso. —Notó cómo se le encendían las mejillas. Él se apoyó en el marco de la puerta; una de esas poses que solo pueden hacer los hombres más seguros de sí mismos y a pesar de todo aparentar naturalidad. —Recuerdo muchas cosas de ti, Kara. —¿En serio? Él sonrió y unos hoyuelos surcaron sus mejillas. ¿Cómo podía ser que un hombre pareciera tan tranquilo y tan increíblemente cautivador a la vez? Casi podía ver al adolescente que había sido bajo esas facciones tan masculinas de su rostro. Debajo de su aspecto sofisticado y su ropa inmaculada, seguía siendo el Dante de siempre; de eso estaba segura. Siempre había sido muy amable. En el instituto mismo, Dante era de esa clase de tíos que hablaba con todo el mundo y no solo con los más chulos o con los populares. Solía defender a los chicos más bajitos, víctimas de los abusones. Hasta la había defendido a ella. Y en ese momento estaba tan encandilada por él como cuando era una cría. —Recuerdo que conducías un Escarabajo viejo —le dijo mientras se le acercaba—. Era de un tono azul claro. ¿Aún lo tienes? —¿Qué? Claro que no. —Se echó a reír. Madre mía, qué guapo estaba. Era muy apuesto. El jersey se le ajustaba perfectamente a los hombros y resaltaba su anchura. Estaba claro que tenía unos buenos músculos ahí debajo. —Seguro que hoy en día valdría un montón —dijo él. —Lo vendí al terminar el instituto y me compré algo más maduro —repuso ella sin perder la sonrisa. —Ya, yo hice lo mismo. Vendí mi viejo Camaro y me compré un sedán poco después del instituto. Son curiosas estas ideas que tenemos sobre lo que significa ser adulto. Ojalá tuviera ese coche ahora. —¿Qué hiciste después de graduarte, además de vender ese cochazo? —quiso saber ella—. Querías hacer Derecho, ¿verdad? Y creo que tu familia se mudó. —Fui a Yale y me gradué en Derecho allí. Estuve viviendo en Nueva York un tiempo; trabajaba en un bufete de abogados. Mis padres se jubilaron y se mudaron a Colorado cuando terminé la carrera, más o menos. Pero mi hermano, Lorenzo, sigue