Literatura BDSM El Límite del Deseo (Eve Berlín) | Page 105

Dante le cogió la mano y, tras un breve instante de duda, ella se agachó y se arrodilló en el suelo. Le ardían las mejillas pero no era de vergüenza. Era el calor que emanaba de su interior. Deseo. Intensidad. No terminaba de comprenderlo. Lo único que sabía era que perdía las fuerzas, se le aflojaba el nudo en el pecho y su cuerpo entero empezaba a ceder. A entregarse a él. A Dante. Él volvía a tocarle los hombros, detrás de ella, presionando ligeramente hacia abajo para que no se moviera, aunque eso la hacía sentir a salvo. Se le acercó y le susurró: —Buena chica, Kara. Inspira hondo. Espira y suéltalo todo: el control y el miedo. Estoy aquí mismo. Inspira otra vez. Muy bien. No se apartó de su lado; la acompañó mientras respiraba y la ayudaba a relajarse y a confiar en él. Oía un zumbido en la cabeza. —Tengo que dejarte un par de minutos para preparar las cosas. Quiero que te quedes así como estás. ¿Estarás bien? —Sí, estaré bien. —Fantástico. Ella notó cómo se apartaba y fue ligeramente consciente de la cremallera de su bolsa al descorrerla, los sonidos amortiguados mientas revolvía las cosas en su interior. Le excitaba pensar en lo que le haría, en qué objeto usaría con ella. Era una combinación de deseo y temor. Inspiró hondo y se centró en los compases de la música que notaba hasta en el vientre: la expectación en el sexo y en los pechos. Dante volvió al cabo de uno o dos minutos y la ayudó a incorporarse. —Vamos, Kara. Ahora nos acercaremos al banco de los azotes. Ella se quedó inmóvil y apretó la mandíbula con fuerza para no apartar la mano. ¿Por qué tenía la tentación de apartarse cuando eso era exactamente lo que quería y con lo que había fantaseado tanto tiempo? Tal vez ese fuera el motivo. Pero no lograba pensar con claridad suficiente para averiguarlo. Temblaba. —Dante… no. —Sacudía la cabeza lentamente; no podía evitarlo. Él no dijo nada durante un momento, le puso la mano en la nuca y la masajeó un poco. —¿De verdad me estás diciendo que no? Porque si es en serio, podemos parar. Dime lo que quieres. —Yo… pues no lo sé. No puedo dejar de temblar. Él se le acercó y le rodeó la cintura con un brazo. Su cara estaba muy cerca de la suya y le dijo en voz muy baja: —Todo depende de ti, Kara. Tú decides. Aquí es donde reside tu poder. Así que dime, ¿es un sí o es un no?