Literatura BDSM El Límite de La Tentación ( Eve Berlin ) | Page 8

Uno Mischa Kennon era perfeccionista. Lo era como tatuadora y como escritora de relatos eróticos, de los que había publicado varios. También lo era en el cuidado de su cabello rubio platino, que llevaba ondulado por los hombros, y de las uñas rojas, cortas para trabajar con comodidad en el estudio. Su apartamento de San Francisco estaba tan inmaculado como el estudio de tatuajes que regentaba, Thirteen Roses. Trabajaba mucho y jugaba aún más. Jamás de los jamases llegaba tarde, por lo que el retraso de su vuelo a Seattle, para asistir a la fiesta de compromiso de su mejor amiga, la frustró bastante. Por fin había llegado. El taxi se detuvo frente al restaurante —ya había dejado las maletas en el piso de Dylan, que era donde dormiría—, pagó al taxista y, bajo la lluvia, se dirigió hacia la entrada del Wild Ginger. Abrió la puerta y entró al calor del establecimiento. Había estado allí anteriormente, cuando visitó a Dylan y conoció a su prometido, Alec. Era su restaurante favorito y el sitio perfecto para celebrar su inminente boda en unas semanas. Mischa respiró hondo al tiempo que le hacía un gesto con la cabeza a la camarera y cruzaba el restaurante tailandés hacia la parte trasera, donde tenían lugar las fiestas privadas. Se alegraba por su amiga, aunque todo ese rollo del matrimonio no iba con ella. Mischa era de las independientes. Bueno, Dylan también, pero Alec y ella tenían algo especial. —¡Cariño, ya estás aquí! —exclamó Dylan con una sonrisa radiante mientras se levantaba de la mesa y la abrazaba, envolviéndola en ese perfume de vainilla que siempre usaba. —Perdona el retraso —se disculpó Mischa—. Este maldito tiempo… —Lo sé. Es culpa nuestra por casarnos en otoño, pero es que no podíamos esperar más y queríamos estar casados antes del Día de Acción de Gracias. —Mírate… si hasta tienes ese halo especial de novia —le dijo mientras la miraba a cierta distancia, pero sin soltarle la mano. Era verdad, los ojos grises brillaban tanto como la larga melena pelirroja y rizada—. O tal vez Alec y tú hayáis pasado un rato a solas antes de la fiesta… —insinuó con picardía mientras le guiñaba un ojo. Dylan sonrió cuando su prometido se les acercó por detrás. Alec Walker era un hombre alto de metro noventa y espalda de jugador de fútbol americano. —Puede que sí —dijo él entre risas mientras se inclinaba para besar a Mischa en la mejilla—, pero un caballero no cuenta sus hazañas amorosas. ¿Cómo estás? —Bien, gracias. Contenta por haber podido venir. —Dylan me mencionó que tienes una posible propuesta de negocio para investigar mientras estás aquí —dijo mientras la ayudaba a quitarse el abrigo mojado por la lluvia. Ella asintió y su melena se meció ligeramente. —Gracias, Alec. Sí, otra tatuadora que conozco quiere abrir un estudio en Seattle y espera que esté interesada en asociarme, así que he pensado en ver cómo está el tema mientras estoy aquí ayudando con los preparativos de la boda. Dylan le apretó la mano. —Aún me cuesta creer que vayas a quedarte dos semanas enteras. ¿Seguro que no es una molestia? ¿Todo irá bien en tu estudio? —Ni muerta dejaría que hicieras esto de la boda sola. Y Billy es el mejor encargado que podría tener. Por eso, me planteo lo de ampliar horizontes y venir aquí. Creo que puedo trabajar medio año en