Literatura BDSM El Límite de La Tentación ( Eve Berlin ) | Page 74
Podía empalmarse solo con pensar en ella. Lo había hecho las pocas veces que habían estado
separados, se había corrido con su imagen en la propia ducha, corriéndose con fuerza mientras
recordaba su tacto, su sabor. ¿Cuántas veces en esa última semana? Menos de una semana.
¿Hacía solo seis días que se habían conocido? ¿Por qué, entonces, le parecía tan natural meterla en
la ducha con él? Empezar a enjabonarle el cuerpo, con las manos corriendo sobre su piel brillante,
como si lo hubiera hecho toda la vida.
«No seas estúpido.»
Eso es lo que ella le hacía. Lo convertía en un estúpido. Por lujuria. Por… algo más. No sabía cómo
llamarlo. Acababa de conocer a esa chica, ¡por el amor de Dios! Y ahora no se iba a poner filosófico.
Ella estaba en la ducha con él, con el agua cayendo por sus cuerpos. Dando un aspecto espectacular a
sus pechos. Jugosos. Los frotó con las manos, deteniéndose para pellizcarle los pezones.
—¡Eh!
—¿Protestas porque no te gusta? —le preguntó él.
Ella rio.
—Creo que la respuesta a eso es evidente —dijo, con las puntas de los dedos acariciando los
pezones endurecidos, haciendo que el pene de Connor, ansioso, se empinara—. Pero estamos sucios.
—Sí, lo estamos —dijo él, sonriendo—. Eso me gusta de mí. Más todavía cuando se trata de ti.
—Primero lavarse —dijo ella, con su boca sensual adoptando una expresión de fingida rigidez.
—Ah, la señora está mandona esta mañana.
—Prometo que volveré a mostrarme bastante sumisa cuando esté limpia —respondió, agarrando el
frasco de champú y empezando a enjabonarse el pelo, antes de hacer lo mismo con todo el cuerpo.
—Me ocuparé de que así sea —le respondió él, intentando sonar desagradable y fracasando
estrepitosamente. Renunció y empezó a enjabonarse.
—Estoy segura de que lo harás. Siempre lo haces.
—Estamos quejicas, ¿eh?
—Yo… Me acojo a la quinta enmienda.
—¡Ja! Aquí no tenemos constitución, cariño. Toma, hora de enjuagarse.
Connor utilizó la alcachofa de la ducha para enjuagarse; entonces la limpió a ella, realizando un
trabajo a conciencia en su piel sedosa, entre sus muslos.
—Oh, eso está bien —murmuró Mischa.
—Pinta bien. —Connor se acercó más y abofeteó su sexo afeitado con la mano que tenía libre—. Y
sienta todavía mejor.
Ella suspiró e hizo ojitos. A Connor ese gesto le encantaba. Cuando ella se entregaba a lo que fuera
que estaba ocurriendo. Placer. Dolor. Sus órdenes. Se estaba sometiendo a él incluso ahora, mediante
la sensación de su mano entre sus muslos.
Volvió a dejar la alcachofa en el gancho.
—Mischa, date la vuelta.
Ella no dijo nada, solo parpadeó un instante y entonces, se dio la vuelta. Él le pasó la mano por
encima de los tatuajes, tomando un momento para admi Ʌȁ