Literatura BDSM El Límite de La Tentación ( Eve Berlin ) | Page 72

—Quizá. Jamás lo sabré, ¿no? —Podrías buscarlo, conocerlo, a lo mejor. —Evie jamás me ha dicho quién era —dijo ella suavemente, casi sin creerse que estuviera contándole eso, pero queriendo hacerlo por motivos que no podía explicarse—. Estoy bastante segura de que ella no sabe quién es. Vivimos en una serie de comunas y compartíamos vivienda de formas raras. ¿Quién sabe con cuántos hombres estuvo? Es guapa. Jamás le han faltado hombres. Y era realmente un alma libre. Todavía lo es. —Me contaste que era artista. —Sí. Pinta. Trabaja con arcilla. Diseña joyas. Tiene talento, pero nunca lo ha aprovechado de verdad. Siempre estaba demasiado ocupada con nuestras mudanzas cuando yo era pequeña. A veces, recogíamos las cosas y nos íbamos y dejaba una docena de telas detrás. Una obra alucinante. —Supongo que tu talento artístico viene de ella. —Sí. Eso es lo único que me ha dado. —Hizo una pausa porque tenía que tragar el dolor punzante que sentía en la garganta al reconocer eso—. No, eso no es completamente cierto. —Y tu belleza también debe venir de ella, de tu madre —dijo Connor con esos ojos verdes y dorados brillando. Sinceros. —Hombre, gracias. Pero me refería a Raine, mi hermana. —¿Estáis unidas? —Ahora ya no tanto. Llegó un momento en que tomamos rumbos diferentes, pero supongo que se puede decir que las dos somos… —Dejó la frase suspendida porque pensaba que quizá estaba hablando demasiado. —¿Las dos sois qué? —Las dos somos… hiperresponsables. —¿Por qué te ha costado tanto reconocerlo? Yo también lo soy. —Se me ha escapado. Siempre me he considerado —al menos, de forma consciente— como una persona muy trabajadora. Hiperresponsable suena mucho más neurótico. Connor sonrió. —Si tú eres neurótica, yo también lo soy. Pero, para mí, hiperresponsable es muchísimo mejor que irresponsable. Cuéntame más cosas de ti y de tu hermana. —Cuando éramos pequeñas, siempre parecía que éramos nosotras dos contra el mundo, Raine y yo —continuó Mischa—. Éramos un equipo, con la salvedad de que su padre estaba y el mío, no. Quiero decir, no le guardo rencor por ello. Me alegro de que tuviera un padre en su vida. Solo estaba… celosa. La verdad era que ella siempre se había preguntado por qué Raine era lo bastante buena para que su padre se quedara con ella y ella… obviamente, no lo era. Mischa pudo ver mentalmente la película que se había estado repitiendo durante gran parte de su vida: las tarjetas y los regalos que llegaban cuando era el cumpleaños de Raine y los que no llegaban cuando era el suyo. La puerta cerrándose cuando Raine salía para pasar todo el día con su padre, dejando sola a Mischa. Todavía le dolía, era como una puñalada pequeña y vacía en el pecho. Pero no pensaba contar nada de eso a Connor. Ya le había contado demasiado. —¿Qué me dices de ti?—preguntó ella con ganas de cambiar de tema—. ¿Estás unido a tus hermanas? —No demasiado. Son un poco más jóvenes que yo. A Clara le llevo ocho años y a Molly, nueve. Cuesta que un chico se relacione con chicas más pequeñas. Y, cuando ya se hicieron adultas, yo ya me había ido. Me vine a Estados Unidos. —¿Y fue entonces cuando te casaste?