Literatura BDSM El Límite de La Tentación ( Eve Berlin ) | Page 70

Connor dijo en tono bajo. —Creo que hemos hecho algo más que jugar a eso. —Sí. De acuerdo. Quizá. Pero eso no significa… que quiera algo más de ti. Dios, estaba hecha una mentirosa. Ya quería más de él. Aunque no supiera qué era exactamente. Mierda, no tenía la menor idea. No estaba segura del motivo por el cual las lágrimas asomaban a sus ojos: porque él estuviera enfadado, porque a ella no le importara… —Joder. Joder, lo siento, Mischa. Este no es el momento… Acabas de regresar del subespacio, si es que lo has hecho. Debería haber cerrado la boca hasta mañana, al menos. —Hizo una pausa, se frotó la barbilla con una mano—. No me puedo creer… Jamás pierdo el control. Jamás. —¿Es eso lo que ocurre, Connor? Porque no me gusta ni pizca. —Una pequeña rabia le recorrió el cuerpo, le mordió el estómago—. No sé por qué he pensado que tú te comportarías mejor de lo que he aprendido a esperar de cualquier hombre. —No, tienes razón. Yo espero lo mismo de mí. Espero que me… comportaré mejor de lo que quizás tengo derecho a esperar de mí. Eso la hizo detener, casi la hizo querer reír. Se apartó el pelo de la cara. —Dios, estamos jodidos, ¿no? Los rasgos tensos de Connor se relajaron un poco. —Sí, he intentado superarlo durante gran parte de mi vida. Creo que me había acabado convenciendo de que lo había hecho. —Yo también, lo siento —le respondió ella, relajando los hombros—. No tenía por qué ponerme así. Connor sonrió. —Pero lo has hecho, ¿no? Me ha gustado verte así. Con todo ese fuego. Entonces, ella sí que rio. No lo pudo evitar. Realmente, se estaba volviendo loca. De repente, estaba furiosa y, al cabo de nada, se reía. Ese hombre la estaba volviendo loca. Pero loca en un buen sentido. Connor estiró el brazo y la atrajo hacia él con su enorme mano alrededor de su cintura. —Ven aquí y déjame que note todo ese fuego, preciosa. A ver si puedo apagarlo por ti. La besó y sus labios se posaron encima de los de ella, y Mischa se encontró derritiéndose dentro de él; su rabia, su tensión, disolviéndose. De algún modo, con Connor, el mundo siempre se fundía, dejando que ella se soltara. Quizá ese era el motivo por el que Mischa se había enrabiado tanto. Porque la idea de que alguien pudiera hacer que se soltara, que bajara sus defensas, sus muros, la asustaba demasiado como para dejar que ocurriera sin más. Connor la besó más fuerte, empezó a subirle el vestido hasta los muslos. Ella se apartó. —Connor. Haces que no pueda pensar. —Entonces, no lo hagas. No pienses. —Hundió una mano en su cabello para agarrarla bien y le empujó la cabeza hacia atrás para besarle la garganta—. Solo quédate quieta mientras te beso y te toco. Ya podrás pensar más tarde. Ahora mismo, creo que necesito follarte sobre esta mesa. —Oh… Y, cuando se quitó la camiseta por encima de la cabeza y luego el vestido de ella, lo único que Mischa podía pensar era en la presión caliente de la piel contra la piel. El sabor de él en su lengua mientras la volvía a besar. La forma en que su cuerpo se calentaba por él. Y sabía que, en ese momento, aquello era lo único que quería.