Literatura BDSM El Límite de La Tentación ( Eve Berlin ) | Page 62
La mano de Connor se puso sobre su abdomen, entre sus muslos, donde encontró inmediatamente
su clítoris. Mischa arqueó las caderas dentro de su mano mientras él masajeaba la carne rígida entre
sus dedos.
—Dime, cielo, ¿estás mojada para mí?
—Sí —respondió ella con un jadeo.
—Tengo que verlo por mí mismo. —Connor metió la mano en el calor húmedo entre sus muslos,
con los dedos empujando dentro de ella—. Ah, precioso.
—Connor…
—¿Qué ocurre?
—Necesito… más…
Otra risa ahogada de Connor y entonces la soltó, se volvió a alejar de ella, haciéndola gemir de
decepción. Apenas podía soportar sus provocaciones. El modo en que sus tobillos esposados la
obligaban a separar los muslos, el aire fresco en su coño empapado.
Él volvió a empezar, esta vez con una lenta ráfaga de bofetadas con el azote; lo sabía por el tacto
del ante grueso en su espalda. Volvió a utilizar un movimiento en zigzag. Al principio, en realidad no
le hacía daño. Simplemente, era una forma de que ella siguiera el ritmo mientras él ganaba tiempo con
la música sonando a través de los altavoces. Mischa volvió a cerrar los ojos. Se dejó sumir en la caída
del cuero sobre su carne. Aunque pensar en ello como «dejar» era estúpido, pensó ella desde un lugar
remoto de su cabeza. Se sentía impotente contra todo aquello: el ritmo, el placer, la necesidad de
precisamente lo que él le estaba haciendo.
A Mischa le pareció que él continuó así durante largo tiempo antes de que empezara a utilizar un
ritmo más rápido, para pegar más fuerte. La flagelación se hizo cada vez más dura y el impacto le hizo
arquear el cuerpo. Cuando él lo movió más despacio, pegándole fuerte en todo el culo, ella chilló. Se
detuvo mientras Mischa zapateaba, con el dolor resonando por su cuerpo como un eco: un dolor
punzante, una especie extraña de éxtasis. Y tras el dolor, notó una subida de endorfinas que la hizo
flotar.
—Oh…
—¿Te gusta, cielo?
—Oh, sí.
Connor la dejó navegar por las sustancias químicas que inundaban su cerebro durante algunos
segundos antes de volver a pegar. Otro golpe fuerte, con la fusta mordiéndole la piel. Esta vez ella lo
encajó mejor, en silencio. Y de nuevo, él le dejó capear el dolor, dándole tiempo para deleitarse en la
oleada química, en el puro placer de todo aquello. El orgullo de poder soportarlo.
Connor volvió a golpear, un golpe poderoso. El cuerpo de ella se movió bajo el fuerte impacto, pero
Mischa se quedó en silencio, incluso cuando el placer invadió su cuerpo y la atravesó.
Mischa notó cómo un chorrito de sus propios fluidos caía por la cara interior de su muslo.
Connor volvía a estar detrás de ella, con las manos sobre su cuerpo, y ella encorvó la espalda,
apretándose contra su cuerpo. Notó la erección de Connor a través del vaquero contra el pliegue en la
parte superior de sus nalgas.
Connor le volvió a pasar el brazo por la cintura, con la mano abierta sobre su estómago. Utilizó la
otra mano para acariciar la piel irritada de su espalda, arriba y abajo de la columna, para
tranquilizarla. Entonces, hizo algo que era completamente nuevo para ella. Le cogió la piel suave del
costado, justo debajo de la axila, y la agarró para pellizcarla con fuerza.
Ella jadeó.
—¿Te duele, cariño?