Literatura BDSM El Límite de La Tentación ( Eve Berlin ) | Page 58

—Sí. —Entonces vamos, preciosa. La cogió de la mano y la condujo hasta una de las cruces altas e independientes que se levantaba prácticamente en el centro de la sala. Medía casi dos metros de alto, con una pértiga gruesa coronada con una barra en forma de «T» de la que colgaba una barra de suspensión con una esposa gruesa de cuero colgando en cada punta. Miró a Connor. Se quitó la bolsa del hombro, la dejó en el suelo a un lado de la cruz. No le había soltado la mano. Utilizó su otra mano, la que tenía en la cintura de Mischa, para conducirla hasta una de las butacas de cuero rojo que había justo detrás de la cruz. Se sentó, se la puso sobre el regazo y empezó a besarla enseguida. La boca de Connor encima de la suya, dura, exigente, pero sus labios dulces, su lengua realizando una tierna exploración de su boca. Y su cuerpo empezó a notar ese zumbido precioso y sensual que siempre notaba cuando él la besaba o la tocaba. Con la otra mano empezó a tocarle el hombro, la deslizó hasta su nuca, apretándola fuerte de esa forma con la que hacía que ella notara su autoridad. Era una señal sutil, aunque eficaz. Siguió hacia abajo, hasta el lado de su pecho, antes de atraparlo con su enorme mano. Mischa gimió dentro de su boca, arqueó el cuerpo haciendo fuerza contra la mano de Connor. Y él la dejaba hacer, agarrando su pecho, magreándole los pezones a través del tejido con el pulgar, metiendo después la mano en el escote de su vestido, bajo el sujetador, y encontrando sus pezones endurecidos con la punta de los dedos. Connor apretó el rígido botón de carne, lo frotó, lo cogió entre sus dedos y tiró de él. El placer la rodeó, haciendo que se mojara de necesidad. Se retorció en su regazo y él cambió de posición hasta que ella pudo notar la cresta sólida de su erección bajo su muslo. Ella se volvió a estremecer e hizo fuerza sobre su pene duro. Él la besó más fuerte; le empezó a pellizcar el pezón, haciéndole daño, enviando corrientes de dolor a través de su cuerpo. Pero el dolor era puro placer, brillando en su organismo, agudo y precioso. Cada vez estaba más mojada. Necesitaba que la tocaran, quería que le quitara la ropa. Como si pudiera oír sus pensamientos, Connor bajó las manos hasta el dobladillo de su vestido y se lo pasó por encima de la cabeza, apartando la boca de la de ella para hacerlo. —Oh… Mischa arqueó el cuerpo, porque necesitaba notar el cuerpo de Connor contra el suyo. El aire era maravilloso en su piel prácticamente desnuda. —Eres preciosa, Mischa. Inmensamente bella. Ya hay muchos ojos puestos sobre ti, cariño. Me tienen envidia. Lo puedo ver en su mirada. No, no mires. Mírame solo a mí. Limítate a saber que están allí. Quiero que te concentres. Mischa tragó saliva y asintió. Tenía el corazón desbocado. Connor le cogió los pechos entre las manos, apretándolos juntos. —¿Cómo sabías que me encantaría que llevaras esto? Tan jodidamente sexual. Pero quitémoslo, ¿no te parece? Connor desabrochó el cierre con un gesto hábil y, al cabo de unos segundos, los pechos de Mischa se habían liberado del pedacito de seda y encaje. —Ah, eso está mejor. Tienes unos pechos realmente espectaculares. —Los volvió a reunir, sopesándolos. Mischa gimió. —Tu piel parece satén. Me encanta tu tacto. Esa piel tan fuerte. Tan llena. —Le acarició los