Literatura BDSM El Límite de La Tentación ( Eve Berlin ) | Page 57
bancos para azotes con diferentes diseños y largas mesas acolchadas con cadenas y esposas atadas,
todos de cuero rojo. Las estaciones de limpieza, con botes de spray de desinfectante, papel de cocina y
kits de primeros auxilios. Y en medio, había sofás y sillas afelpadas de cuero rojo en los rincones de la
habitación, tenuemente iluminad, a en los que había algunas personas sentadas.
Había gente arrodillada en el suelo, desnuda o prácticamente desnuda. Todos eran preciosos en sus
poses sumisas, algunos con las manos apoyadas en los muslos palmas arriba, otros con las manos
atadas tras la espalda o entrecruzadas detrás del cuello en el que llevaban un collar. Nada de eso
constituía una novedad. Había visto cosas parecidas en los clubes de San Francisco. Lo único que esa
noche era diferente era ella. El hecho de estar allí con Connor. Cómo le hacía sentir.
Se sentía sumisa por primera vez. Notaba la sensación de derretirse de la rendición, su mente
vaciándose. De pronto, se dio cuenta de que aquello quizás era lo que había estado buscando cada vez
que había ido a uno de esos clubes con un hombre. Lo que había buscado y jamás había encontrado.
Hasta ahora.
Se le hizo un nudo en la garganta cuando él le hizo cruzar la habitación y le agarró la mano.
—¿Estás bien, cielo? —le preguntó enseguida.
Ella asintió, pero él se detuvo de golpe mirándola directamente a la cara.
—Cuéntame qué te ocurre —le pidió con voz calmada.
Ella intentó decir que no con la cabeza, pero él seguía mirándola a la cara, esperando una respuesta.
Por su expresión seria, ella sabía que no aceptaría que no le contestara o cambiara de tema.
—Solo es que… aquí me siento diferente. No es el club. Esta parte me resulta familiar. El material.
La gente. Lo que cambia soy yo. Yo… —Se detuvo e hizo que no con la cabeza. No porque se
mostrara testaruda sino porque no sabía cómo continuar.
Para su sorpresa, la expresión de Connor se suavizó de un modo que hizo que el corazón le latiera
un poco más deprisa con una sensación cálida y maravillosa.
—Me gusta que te parezca diferente. Lo puedo notar. Es como si tu cuerpo perdiera fuerza. Eso lo
provocas tú rindiéndote a esto. Y eso es exactamente lo que quiero que hagas. —Se detuvo y bajó un
poco el tono—. Puedo ver que es bueno para ti, saber que me satisfaces. Entiendo de qué se trata,
aunque tú ahora no lo expresas con claridad. Pero es perfecto; te estás sometiendo, Mischa. Es lo que
debe ocurrir para que esta velada salga como había previsto. Como había deseado. Porque tenías
ciertas dudas sobre si podrías o no, ¿me equivoco?
Ella asintió, con la garganta tomada por una emoción que no comprendía.
—Puedo ver cómo te afecta —le dijo él—. Está bien, ¿sabes?, responder de algún modo a esto. En
realidad, es normal. Sé que dijiste que ya habías jugado a esto, pero jamás a este nivel. Y con las
prácticas más extremas vienen las respuestas más extremas, si te muestras receptiva. Y lo has hecho.
Es normal que tengas miedo. —Le sonrió con un punto de malicia—. A decir verdad, el sádico que
llevo dentro está encantado.
Ese comentario le hizo sonreír. Realmente, era malvado en el sentido perfecto. Ni siquiera estaba
segura de qué quería decir aquello. Pero hablar con él de ese modo hizo que se relajara. Saber que él lo
entendía, aunque fuera él quien más hablara.
Connor estiró el brazo, le acarició las mejillas con la punta de los dedos y le tocó el labio inferior.
—Cuando te ate, habrá otro cambio. Quizá notes que te pierdes un poco. Solo ten en cuenta que
siempre estaré a tu lado. Ten en cuenta que haré todo lo que pueda para que sea bueno para ti. Que eso
será lo que querré, lo que me satisfará. Pero también será exactamente lo que tú necesitas. ¿Estás
preparada?
¿Lo estaba? No estaba completamente segura. Pero lo estaba tanto como lo podía estar, quizá.