Literatura BDSM El Límite de La Tentación ( Eve Berlin ) | Page 56

Él estiró el brazo, le cogió la mano y se la llevó hasta los labios, plantando un beso tierno allí. Le dijo muy suavemente: —Puedo oírlo, ¿sabes? Cómo se te corta la respiración. Es muy parecido al ruido del deseo pegándote con fuerza en el estómago, no la sorpresa. A menos que sea sorpresa por lo mucho que te excita la idea. Pero dejaremos esta decisión para más tarde. Pero tengo que oír cómo me dices ahora si esa respiración significa un «quizá» más que un «no». Porque no haremos nada que me digas que estás completamente en contra de hacer antes de llevarte hacia el subespacio. —¿Y qué pasa con las cosas que te diga una vez estemos allí? —Ah, llegados a ese punto quizás estés dispuesta a hacer algo que más tarde podrías lamentar. No permitiré que esto ocurra. No negociamos una vez estés en el subespacio. Entonces, ¿qué me dices? Ella asintió, con la garganta seca. —Es un «quizá». Su cuerpo gritaba «sí». ¿Por qué no podía reconocérselo? ¿Por qué parecía como si aquello fuera entregarse demasiado a él? Sobre todo, cuando ella sabía, hasta cierto punto al menos, que entregarse a él era el objetivo de la experiencia en el club; aquella era su intención al llevarla allí. Que ese era el motivo por el que ella había accedido a ir. «Solo es sexo. Solo es un juego pervertido.» Pero había algo más que eso y ella lo sabía. Lo había sabido desde el principio. Pero ahora le estaba dando un poco de pánico. No tenía miedo de los látigos y las cadenas, de la gente mirándola mientras eso ocurría, ni siquiera del sexo. No creía que aquello la asustara. Pero ¿cómo le hacía sentir Connor? Eso era una cuestión totalmente diferente. Le dio otro beso rápido encima de los nudillos y ella dejó caer la mano sobre su fuerte muslo cuando el semáforo cambió y el coche avanzó por las calles mojadas. Que le agarrara la mano la tranquilizaba. Era un gesto posesivo, como él siempre se mostraba con ella. Y encantador, el calor de sus grandes dedos envolviendo los suyos. Cuando llegaron al Pleasure Dome, Mischa tenía el cuerpo ardiendo, lleno de calor y necesidad, pensando en la velada que tenía por delante. Todo ello creaba escenas en su mente y quizá esa había sido parte de su intención. Mischa entendía la dinámi