Literatura BDSM El Límite de La Tentación ( Eve Berlin ) | Page 55

Cuando él la soltó, ella estaba sin aliento. —¿Estás preparada para nuestra noche en el club? —preguntó él, con las manos aún en su cintura. —Sí, completamente. —Pareces preparada —sonrió él—. Vestida para una velada de diversión. Vestida para el sexo. Pero siempre lo estás, ¿verdad? Eso es algo de ti que me encanta. Eras la mujer más sexual que jamás he conocido. ¿Tenía él la menor idea de qué le provocaba escuchar esas palabras? Pero no parecía que aquello estuviera calculado. Parecía que él decía lo que le pasaba por la cabeza. No es que fuera la primera vez que un hombre le lanzaba piropos; muy al contrario. Pero, en boca de un hombre como él, significaba algo más… —Venga. Coge el abrigo y nos vamos. Ella asintió y sacó la gabardina larga y negra del armario que había al lado de la puerta. Connor insistió en ayudarla a ponérsela, cosa que le encantaba. Todos esos gestos pequeños y caballerosos. La mayor parte de los hombres con los que salía no tenían ningún gesto de caballerosidad. Era algo que había percibido en muchos de los hombres dominantes en los clubes de BDSM a los que había ido. La mayor parte de ellos eran atentos con las chicas sumisas con las que jugaban al mismo tiempo que eran duros, en extrañas combinaciones que ella siempre había admirado. Incluso le arrebató la llave de la mano y cerró la puerta tras ellos. Connor mantuvo una mano al final de su espalda mientras bajaban por el ascensor y la condujo hacia fuera antes de abrir un paraguas negro y ayudarla a entrar en el coche. —Encenderé los calefactores de los asientos para ti, dame solo un minuto —dijo él mientras el enorme motor cobraba vida. Salió a la calle. El coche resultaba extrañamente cómodo. No era lo que ella había esperado de un Hummer. Siempre le habían parecido vehículos militares. Pero el asiento era afelpado y cada vez estaba más caliente, tal y como él le había indicado, lo que resultaba maravilloso habida cuenta del fresco de la noche. El salpicadero tenía una selección de pequeñas esferas y luces, que desprendían una luz tenue y ámbar. —¿Tienes alguna pregunta sobre qué ocurrirá en el club? —le preguntó él, mirándola un instante antes de volver a fijar la vista en la carretera. —Me imagino que es muy parecido a ir a clubes de San Francisco. —Esta noche es una noche VIP, lo que significa que las normas son un poco más flexibles. Lógicamente, el credo «Seguro, sano y consensuado» continúa vigente, pero solo se permite la entrada a los jugadores más serios: todos los que tienen un carné especial. Puede que veas algunas escenas muy subidas de tono. Juegos con fuego. Piercings. Látigos. ¿Cómo te sientes al ver esas cosas? ¿Tengo que llevarte a una zona privada de juego? ¿O ya te está bien ese tipo de escenas? —Puedo soportar ver prácticamente de todo. —También puede haber algo de sexo a la vista de todos. Ella se encogió de hombros. —El sexo no es más que sexo. No me molesta. —¿Y te gustaría practicar el sexo allí, delante de todo el mundo? —Yo… —El sexo se le puso húmedo de forma tan repentina que la pilló desprevenida—. Jamás lo he hecho. Me han atado y azotado delante de otros. Me encantó. Que me vieran. Que me miraran. —¿Pero sexo con un público de admiradores? Se detuvieron delante de un semáforo y Connor se volvió hacia ella. —Yo… no lo sé.