Literatura BDSM El Límite de La Tentación ( Eve Berlin ) | Page 52

—Ya he jugado con eso antes. Hemos hablado de eso. Pero, con Connor, lo hemos llevado hasta otro límite. Todo eso del intercambio de poder… Lo estoy experimentando con él por primera vez. Los tipos con los que he estado antes no tenían esa habilidad, o quizá no conectaba con ellos del mismo modo. No lo sé… —Se detuvo, y se mordió el labio—. Antes, era una cuestión de sensaciones. Ese pequeño límite de peligro. Lo prohibido. Pero solo era diversión. Con Connor es un poco más real. Finalmente, lo percibo. Dylan volvió a asentir. —Lo entiendo. Es como todo un nuevo mundo que se te abre cuando la dinámica del poder se hace aparente. Es bastante emocionante, joder. Pero también puede dar un poco de miedo. —Lo da. Aunque disfruto mucho, siempre hay una vocecita en mi cabeza que me dice que no debo ceder el control. Sé que entiendes qué quiero decir, porque tú siempre has tenido manías con el control. Bien, quizá ya no. —Oh no, todavía las tengo. Pero he aprendido a canalizarlas de forma diferente. Y… Escucha, no quiero volver a machacarte con lo que me contaste de tu madre y lo que ocurrió cuando crecías, pero quizá tú tienes más motivos que yo para tener problemas con el control. —No pasa nada. No te lo habría contado si no hubiera querido hablar de ello contigo. Y fue… bastante duro. Me pasé toda la infancia sintiendo que no controlaba nada… mi vida, Evie. Dios, la verdad era que no lo hacía. Una de las mejores cosas de ser adulto era que mi vida estaba en mis manos por primera vez. No me gusta la idea de renunciar a ello, ni por un instante. Pero Connor hace que me guste, cosa que me tiene muerta de miedo. Dylan asintió. —Lo entiendo. De veras. —Sinceramente, me tiene cagada de miedo. Aunque no mientras ocurre. Solo en retrospectiva. Lo que, en cierto modo, lo hace todavía peor. Que permita que esto ocurra da bastante miedo, joder. —Y más miedo te dará si te encariñas. —Oh, no me estoy encariñando. —Descartó esa posibilidad con un gesto de la mano. —¿No? —Dylan la miraba, de forma muy parecida a la forma como lo había hecho Connor. Estudiando su cara—. Misch, no tienes por qué contármelo. Pero será mejor que pienses en ello o podrías acabar haciéndote daño. No quiero ver cómo eso te ocurre. —¿Por qué crees que acabaré haciéndome daño? Ya sé que para Connor no soy más que un rollo mientras estoy en la ciudad, y eso como mucho. Y yo tampoco quiero nada más. Estoy aquí para centrarme en tu boda y para estudiar la posibilidad de abrir otro estudio con Greyson. Mis amigos y mi trabajo son toda mi vida, ya lo sabes. Mis prioridades. —Sí. Pero también sé que las prioridades pueden cambiar en un momento. Mischa exhaló un suspiro. —Tú y Alec sois la excepción a la norma. —¿De veras? —Dylan se acercó un poco más—. No solía verlo así. ¿Te acuerdas de lo que hablábamos por teléfono cuando Alec y yo nos empezamos a ver? —Claro. —Sonaba muy parecido a esto. —No es verdad —protestó Mischa. Dylan se encogió de hombros. —Haz lo que quieras. Como sé que igualmente lo harás… —Sonrió un poco para suavizar algo esas palabras. —Sí, bien, pero el martes por la noche, seguro que no —murmuró ella antes de sorber el té.