Literatura BDSM El Límite de La Tentación ( Eve Berlin ) | Page 40

—Sí. Una vez utilizaron un flagelo, pero era uno de esos de ante suave. Y, la verdad, el tío no lo tenía muy claro. —¿Y qué me dices de los látigos de una cola? —¿Los que son como un arreador? Él asintió. —Sí. —No sé. No sé el nivel de dolor que puedo soportar, lo que puede gustarme llegados a cierto punto. —¿Pero te gusta el dolor? —Siempre me ha gustado. Del sexo salvaje a un buen azote. —Pero nunca te has sentido sumisa —añadió él en forma de afirmación aunque en realidad se lo estaba preguntando. —En el pasado no pero contigo… es distinto. Aunque creo que tampoco seré nunca completamente sumisa. La sumisión es parte de la dicotomía dolor-placer. Como una consecuencia lógica… —¿Y no te acaba de convencer? Ella volvió a sonreír, esta vez con un aire irónico. —Pues no del todo. —¿Pero estás dispuesta a explorar estas cosas conmigo? —Sí. —¿Y qué me dices del sexo anal? —Sí, me encanta. Al oírlo, él sonrió. —Ah, buena chica. Eso fue suficiente. Esas dos palabras juntas hicieron que se derritiera. «Solamente por él.» Le había dicho la verdad. Aunque la habían azotado y atado antes, nunca había sentido esa sensación de someterse completamente, de ceder, de dar el control a otra persona. En esos casos, había sido cuestión de buscar otras formas más extremas del sexo. Como embarcarse en una aventura. La aventura que con él sería algo completamente diferente. —¿Qué te parece que te aten? ¿Y que te esposen o te encadenen? —Que me aten nunca me ha hecho sentir gran cosa. No me fascinan las cuerdas y por supuesto los pañuelos de seda tampoco me dicen nada. Eso me parece… muy de aficionados. Me encantan las esposas y lo de las cadenas, aunque estas no las he usado nunca. —Ah, tú y yo somos tal para cual. ¿Y que te venden los ojos? —No… eso no me gusta. Nunca he dejado que nadie lo intente conmigo. No me gusta estar totalmente desconectada de mi entorno. —Siempre necesitas retener algo de control, ¿verdad? Ella levantó la barbilla. —Sí. —De acuerdo. No hace falta que lo hagamos ahora mismo. ¿Y cera caliente? —He jugado con cera antes, pero aquella vez no era yo la sumisa. Él se echó a reír. —¿Y? —Me gusta la idea. Tendremos que averiguar si me gusta esa sensación. —Dime algo del kanji que llevas en la nuca… ¿Qué dice?