Literatura BDSM El Límite de La Tentación ( Eve Berlin ) | Page 31
deleitaría con su flujo y la penetraría con la mano.
Ella gimió mientras le acariciaba el sexo húmedo y giraba la mano para poder introducirle dos
dedos y a la vez acariciarle el clítoris con el pulgar con movimientos circulares. Al momento ella
empezó a subir y bajar las caderas. Su sexo lo acogía con frenesí y se tensaba alrededor de sus dedos.
Él se los metía con fuerza y le frotaba el clítoris con ganas. Sin piedad y con cierta desesperación.
Quería que se le corriera en la mano. Necesitaba sentir ese placer en el cuerpo de ella. Necesitaba
seguir besándola así: con las bocas abiertas y las lenguas entrelazándose. Todo húmedo, cálido… con
ella.
En cuestión de momentos volvía a llegar al orgasmo, gimiéndole en la boca. Se corrió empapándole
la mano e, increíblemente, se le puso dura una vez más.
Farfulló algo —no sabía qué— mientras alargaba la mano en busca de otro preservativo. Entonces
se le puso encima y penetró esa piel sedosa.
—Connor, fóllame, por favor… Quiero que me… ah…
Quería follársela con fuerza, tirar abajo hasta las paredes si hacía falta, de las ganas que tenía. Pero
en cuanto estuvo dentro, ella se fundió; su cuerpo se volvió suave y tierno bajo el suyo. Siguió
besándola pero más despacio, dejando que ella marcara el ritmo. Y la desesperación se transformó en
otra cosa, en una necesidad apremiante de un movimiento más lento y casi soñoliento. Ambos movían
las caderas al mismo tiempo. Ella le besaba con dulzura mientras él la penetraba. Sin embargo, era
como si el mundo entero se hubiera detenido para que él realmente pudiera sentirlo todo.
La suavidad. Una mujer. Mischa.
Ella bajó las manos hasta sus caderas, le acarició las nalgas y lo atrajo hacia sí. Flexionó los dedos
y se los clavó un poco, pero incluso eso era más suave, más tierno.
Cuando llegó al orgasmo le embargó una especie de sensación líquida, calor y agua, que ondulaba
en su interior. Y cuando terminó todo, siguió besándola y ella le devolvía los besos igual, haciendo
unos leves ruiditos, como si respirara entre sus labios.
El pene se volvió flácido, lo sacó y siguieron besándose. Se besaron hasta que les entró sueño a los
dos y estos besos se volvieron más y más lentos. Él se quedó dormido.
Mischa parpadeó con la primera y tenue luz del amanecer. Notaba el calor del corpachón de Connor
a su lado, oía el suave ritmo de su respiración y recordó ese espacio silencioso que habían compartido
en mitad de la noche.
Le pasó las manos por el pelo, mirando al techo y exhalando despacio. ¿Había ocurrido de verdad?
Ese sexo lento y soñoliento. Intenso, aunque todo había fluido sin esfuerzo, sin pensarlo, casi. Como si
estuvieran en un sueño.
Ningún hombre la había besado de ese modo, como si fuera a morirse de no hacerlo. No habían
dejado de besarse ni un momento. Y había sido… maravilloso.
Pero ahora tenía que preguntarse de qué había ido todo aquello. ¿La intensidad se debía
simplemente a que era un hombre metido en los de juegos de poder? Había oído que esas potentes
relaciones de BDSM solían ser apasionadas porque las conexiones eran muy fuertes… aunque esto no
era ninguna relación, claro. ¿Quizá era una fantasía romántica momentánea? Sin [X